top of page

En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille

Capítulo X


Un Nuevo Reto


Massimo despertó, poco a poco fue abriendo los ojos sin poder creer lo que veía, ya no se encontraba en el bosque, ni en el roble con las hadas, estaba en la habitación de lo que debía ser un hospital y vio a su madre a su lado, dormida en un sillón. Él tenía una vía en su brazo, para suministrarle suero, eso era lo que se imaginaba. Se sentó en la cama y suspiró, pensó que tal vez todo había sido un sueño, pero también era obvio que si estaba en un hospital no era simplemente por haber dormido un día entero. Su madre abrió los ojos y al verlo despierto a punto de levantarse de la cama, no pudo sostener la emoción, se fue directo hasta su hijo y lo abrazó como si fuera la primera vez. Entre lágrimas de alegría sólo pudo decirle:

—No vuelvas a hacerme esto hijo, por favor.

Su madre no quería dejar de abrazarlo, pero Massimo estaba ansioso por saber si su mamá había llegado a ver algo extraño, algo que lo ayudara a determinar si todo por lo que había pasado lo había soñado o si era real, así que apartando a su madre le preguntó:

- —Mamá, disculpa, sé que te debiste preocupar mucho por mí, veo que estuve inconsciente por un buen tiempo, pero necesito saber, si en este tiempo notaste alguna actuación extraña de mi parte.

Su madre parecía estar desconcertada, lo miraba sin poder decir ni una palabra.

Massimo continuó:

—Quiero decir, sé que haber estado dormido por tanto tiempo ya es algo bastante extraño, pero durante mi sueño, ¿viste que apareciera alguna marca o herida en mi cuerpo, o no sé, cualquier cosa?

La señora estaba conmocionada y después de escuchar la pregunta de su hijo, se levantó de su asiento y comenzó a caminar en círculos dentro de la habitación. Massimo observaba el lento y pesado andar de su madre; nunca la había visto tan preocupada, incluso, por primera vez pudo darse cuenta de que estaba envejeciendo, su cabello rubio recogido en una cola mostraba varios mechones blancos; sus vivaces ojos negros lucían cansados y apagados bordeados por unas profundas ojeras y esa sonrisa que siempre llevaba en su rostro ahora era suplantada por un ceño fruncido y mirada de confusión.

- —Sí, sí he visto que te pasan cosas extrañas — Massimo sintió una emoción que le recorría todo el cuerpo. La señora continuó hablando—pero decidí pensar que sólo eran bromas que me jugaba mi mente, pues en realidad era imposible que, de pronto te apareciera una gigantesca herida en la pierna y luego a los pocos minutos ya no la tuvieras más. ¿Qué clase de locura ha pasado Massimo, cómo es que sabes que llevas mucho tiempo inconsciente y que tal vez pude llegar a verte una herida, si te acabas de despertar?

Massimo aún sentía esa emoción, ahora ya sabía que todo era real, pero por qué estaba de vuelta si aún no había encontrado a Sirius. Quería respuestas, pero su madre también, sabía que sería difícil que le creyera, pero si le había visto la herida que le hizo el Moor, seguro no sería tan complicado después de todo. Le contó cada detalle, su madre no podía dejar de mostrar cara de asombro, su hijo nunca le había mentido y ella sabía que ésta no era la excepción. Cuando Massimo terminó de hablar, ella simplemente dijo emocionada:

—¡Sabía que no estaba loca!

—¿En serio me crees?

—¡Claro hijo, por qué no te creería, sé que no eres un mentiroso!

Massimo se sintió aliviado al ver que su madre le creía. Pero luego pensó:

—Y, ¿por qué no regresé?, debería estar allá buscando a la estrella.

—Tranquilo hijo, seguramente regresarás cuando sea necesario, además, dale gracias al cielo que estás aquí y que pudiste explicarme todo, porque si no pronto te ibas a quedar huérfano. Ahora llamemos a tu padre, está muy preocupado, aunque no tanto como lo estaba yo, pues él no vio esa herida en tu pierna y los doctores nos decían que tuviéramos paciencia. Te hicieron cientos de exámenes y todos salieron bien; ellos no sabían qué diagnosticar, por eso decidieron que te dejáramos acá. Están como locos tratando de averiguar qué tienes. Lástima que no podemos contarles la historia de los dioses y las hadas, pues apenas te vean despierto querrán hacerte más exámenes.

—No podrán hacer nada si cuando vengan ya no estamos en la habitación—dijo Massimo tratando de convencer a su madre para irse sin ser vistos. Pero no lo consiguió.

—Nosotros no somos fugitivos para estar escapando de ningún sitio —argumentó la señora—simplemente debemos ir hasta la recepción y decir que ya te sientes mejor. Si ellos nos dicen que deben realizar otro examen, sólo les damos la espalda y listo, problema resuelto.

Pronto estaban en casa. Massimo se sentía bien de estar de regreso, pero también estaba ansioso por volver al bosque encantado, él no sabía lo que había pasado con el demonio nocturno; él no vio cuando la sinzienele lo terminó de matar, tal vez había quedado vivo pero débil y ya que él estaba de nuevo dentro de su cuerpo, el duende poseedor no tuvo otra opción más que alejarse.

El padre de Massimo había vuelto a casa, estaba feliz de verlo pero no entendía por qué se habían ido del hospital sin antes tener un diagnóstico. Massimo simplemente le dijo que estaba bien y que no quería que le siguieran haciendo exámenes innecesarios, no podía decirle la verdad a su padre, no era la clase de hombre que creyera en cosas como la magia. Cuando su padre se fue a dormir Massimo fue a hablar con su madre.

—Mamá, si vuelvo a ir a ese lugar, quedaré de nuevo como muerto aquí, ¿qué le dirás a papá?

—Tranquilo Massimo, cuando ese momento llegue, pensaré en algo, ahora ve a descansar, que has tenido días difíciles, geniales, asombrosos, pero difíciles.

Massimo no podía creer que su mamá se tomara las cosas con tanta calma, él le había contado todo por lo que había pasado y ella se mantenía serena, como si fuera algo normal; claro, se sentía bien al saber que podía confiar en alguien, pero al mismo tiempo le causaba intriga. De todas formas decidió estar tranquilo y pensó que lo mejor sería enfrentar las cosas cuando sucedieran. En realidad no había nada que enfrentar, su madre lo apoyaba y eso era lo que importaba.

Mientras se preparaba para dormir, pensaba en cómo hacer para volver a aquel lugar, no sabía si tal vez pensando en el bosque encantado, llegaría a despertar allí y así continuar con la búsqueda. Era inútil tratar de dejar de pensar en el bosque, estaba preocupado y no había nada que pudiera hacer. Cerró los ojos y sintió miedo, era algo extraño, era como si todo ese entorno en el que estaba fuera falso, tuvo la necesidad de volver a abrir los ojos para poder revisar a su alrededor, indiscutiblemente estaba en su casa, en su habitación, su padre dormía y su madre aún estaba abajo en la cocina, terminando uno que otro quehacer. Pero algo no andaba bien, claro que no, su madre se había creído todo, sin siquiera tener una sola duda, eso definitivamente no era normal y su padre no lo cuestionó más después de que él le dijera que simplemente no quería que los doctores siguieran haciéndole exámenes; su padre no solía quedarse satisfecho con una respuesta tan vaga. Se levantó de su cama y caminando con cuidado de no hacer ningún ruido se dirigió hasta el cuarto de sus padres, ahí efectivamente estaba su padre… parecía

estar dormido. Cerró la puerta suavemente y bajó las escaleras. Sigilosamente atravesó la sala y se asomó en la entrada de la cocina; su madre que lavaba unos platos le preguntó sin voltearse:

—¿Qué haces ahí Massimo, no deberías estar descansando?

Massimo se estremeció, su madre nunca antes se había dado cuenta de sus llegadas sigilosas y era común que Massimo hiciera eso. Le encantaba sorprender a su mamá para que ésta se asustara al tocarle la espalda inesperadamente.

- —Vete a dormir hijo, es tarde.

- —Está bien, buenas noches mamá.

- —Buenas noches hijo.

Este era otro indicio de que algo malo pasaba, su madre no le aceptaba sólo las buenas noches, él debía pedirle la bendición antes de dormir. Definitivamente, Massimo no se encontraba con sus verdaderos padres.

Subió de nuevo hasta su habitación y al llegar ahí abrió la ventana y escapó, sabía que lo mejor sería estar lejos de esos que se querían hacer pasar por sus padres, pero... ¿dónde estarían sus verdaderos padres? ¿sería que dos de esos duendes poseedores habían logrado llegar a su mundo y se apoderaron de ellos? No sabía qué creer, estaba confundido, extrañaba a esa hada rubia, él sabía que ella podía sacarlo de cualquier duda con sus respuestas, hasta los momentos, siempre acertadas. Pero no estaba en el bosque encantado, ni con ninguna de las hadas. Ahora se encontraba solo y sin sus armas (que se debieron quedar allá en el bosque encantado) Claro, su alma había regresado a su cuerpo pero sus armas, allá se quedaron.

Caminó sin rumbo con una sensación de extrañeza al verse solo a esas horas de la noche por aquellas calles desoladas. Tuvo la idea de ir a casa de su amigo Joseph, pero a esas horas, si los padres de su amigo se daban cuenta de que Massimo estaba ahí, seguro llamarían a los dos impostores que estaban en su casa. Después de desechar aquella idea, continuó su camino, sin saber en lo que haría, ahora más que nunca deseaba cerrar los ojos y aparecer en el bosque, pedirle ayuda a las hadas y volver a salvar a sus padres.

Poco a poco se fue alejando más de la zona de su urbanización, y casi llegaba a la ciudad, cuyas luces provenientes de los numerosos aviso luminosos y edificaciones comenzaban a hacerse cada vez más cercanos. Aparte de eso, todo se veía desierto. De vez en cuando pasaba algún carro a máxima velocidad y logró ver a dos pordioseros buscando algo de comida en un bote de basura. Ya no sabía qué hacer y estaba muy cansado, vio a lo lejos una pequeña cafetería cuyo anuncio decía que trabajan las 24 horas, no tenía dinero para comprar nada, pero pensó que lo mejor sería entrar a aquel lugar para poder tomar asiento.

Una vez dentro del establecimiento, tomó asiento y una joven con aspecto desaliñado y un delantal como uniforme, le preguntó si deseaba algo de tomar. Al recibir la negativa de Massimo le pidió que se retirara, ya que los asientos estaban reservados sólo para los clientes, Massimo observó el lugar, aparte de él no habían sino dos comensales, un señor gordo engullendo una hamburguesa y un policía tomándose un café. Massimo se encogió de hombros y se fue.

Al salir de allí, sintió como si alguien lo observara y volteó hacia todas las direcciones, buscando a cualquier extraño que pudiera seguirle. Enseguida pensó en aquellos que se habían hecho pasar por sus padres, seguro que en lo que se dieran cuenta de que él no se encontraba en casa, saldrían a buscarlo. Comenzó nuevamente con su andar, pero no dejaba de sentir que alguien lo perseguía. Se detuvo y fijó su mirada en un oscuro callejón, donde logró advertir una silueta. Massimo se dio vuelta y caminó en dirección contraria, tratando de apurar el paso sin llegar a correr, pero en cuanto hizo esto, tuvo la seguridad de que alguien estaba tras él. Casi de inmediato sintió una pesada mano sobre su hombro y cuando al voltear no pudo ver a nadie.

Una voz ronca y gruesa le susurraba al oído:

—Deja de ocultarte, no vale la pena, siempre te encontraremos.

Massimo incluso pudo sentir el caliente aliento de quien fuera que le estuviera hablando. La voz continuó:

—Deja de buscar y tendrás de vuelta a tus padres.

Massimo sintió un vuelco en el corazón, pero como si realmente no estuviera alterado, preguntó con voz serena.

—¿Dónde están mis padres?

Pronto la pesada mano, se sintió ligera y delicada y volvió a sentir el aliento de quien estaba detrás pero esta vez acompañando a la voz de su madre:

- “Podemos estar siempre a tu lado, sólo deja de buscar, no tienes idea del daño que ocasionarás si continúas con esto”

Y volteando a Massimo, una falsa madre lo abrazó y besó en la mejilla. Y de pronto se escuchó la voz de un muchacho:

—Eso necesitaba, que te dejaras ver.-

El joven había aparecido de entre las sombras de la noche y con la espada que ya Massimo conocía, atravesó por la espalda a ese que había tomado la forma de su madre; una vez que la espada lo atravesó, tomó su forma real: un hombre con aspecto realmente desagradable, en cuyo rostro se dibujaba una maligna sonrisa que dejaba ver unos dientes filosos y amarillentos; sus ojos, completamente blancos, podían intimidar a cualquiera que lo viera.

—Con una simple espada, no podrás deshacerte de mí, Amato.- dijo el extraño hombre, dejando escuchar de nuevo su ronca voz, que al parecer siempre usaba en forma de susurro

—Lamento decirte, Rail, que no es una simple espada— Amato torció la espada en la espalda de Rail y este sin más que un grito de dolor se desvaneció.

Massimo observó al joven que no era mucho mayor que él; llevaba chaqueta y pantalones anchos con bolsillos a los lados, además de la espada de Zeus en la mano derecha; su cabello grueso, abundante y de color castaño; el rostro delgado, con una cicatriz alargada en la mejilla izquierda. Amato le lanzó la espada a Massimo, quien la atrapó y bajó un poco la cabeza en señal de agradecimiento.

—¡Gracias por ayudarme!

- —Tranquilo a eso he venido, de hecho primero pasé por el bosque encantado, pero algo pasó que terminaste aquí, así que las hadas me dieron las armas y me pidieron que te buscara.

- Pero, mis padres, ¿dónde estarán?

- —Eso no sabría decírtelo, pero sí sé que si buscamos al segundo cazador que anda por ahí y lo destruimos, tus padres estarán a salvo.

- ¿Y tenemos que matarlos?

- —No, esos cazadores son fugitivos del inframundo, la espada de Zeus sólo los devuelve a donde pertenecen.

Massimo sintió un gran alivio al saber eso.

—Pero, ¿cómo lo conseguiremos?

—Él te conseguirá. Quédate con la espada, así podrás hacer el trabajo completo, yo te dejo solo para que él se acerque a ti; después de que hayas acabado con él nos vemos.

Amato se alejó de Massimo y éste volvió a quedar solo, pero al menos esta vez tenía la espada, aunque no se sentía muy a gusto caminando por la ciudad con una espada en la mano, pero a aquel chico no se le había ocurrido dejarle el bolsito, si así hubiera sido pudiera esconder la llamativa espada. A pesar de eso, se sentía más seguro, sabía que uno de los buenos estaba ahí para llevarlo de nuevo al bosque, claro, una vez que acabara con el segundo cazador y era en ese punto en que surgía un problema; ¿cómo sabría cuando tuviera en frente al cazador, si al parecer se podían convertir en quien quisieran?.

Massimo trató de conseguir a Amato, pero se había alejado demasiado o más bien parecía que había desaparecido. Pensó que lo mejor sería quedarse en ese sitio, si aquel cazador llamado Rail lo había conseguido por esas calles, seguro el otro también andaba por ahí cerca e indudablemente la persona que se acercara a él sería el primer sospechoso. Se sentó en el banco de una parada de transporte público y esperó a que algo pasara; la verdad no sabía cómo crear otro plan, sólo decidió quedar en manos del destino. No tuvo que esperar demasiado, en la acera justo frente a él, se encontraba un hombre con el mismo aspecto de aquel llamado Rail, sólo que éste tenía la piel oscura; al ver a Massimo, sonrió y cruzó la calle para llegar hasta él, Massimo se puso de pie y empuñó con fuerza su espada, aunque la mantuvo oculta tras su espalda. El cazador se acercaba más y pronto estuvo cara a cara con Massimo quien lo atacó con el arma, pero el cazador detuvo el ataque y agarró por el cuello a Massimo mientras le decía:

—Pronto tu valentía desaparecerá, no te preocupes, volverás a casa y no tendrás que entrometerte más en lo que no te incumbe. – la voz de éste era exactamente igual a la del otro cazador, realmente Massimo comenzaba a sentir miedo. —Un poco más y ni te acordarás de esto.

A Massimo se le fueron cerrando los ojos y comenzaba a perder la fuerza, sentía como la espada se le iba resbalando, cerró los ojos por completo y escuchó el sonido del metal de la espada cuando cayó en el suelo de asfalto de la acera, pero ese sonido, lo hizo reaccionar, abrió de nuevo los ojos y con las dos manos agarró con fuerza el brazo con el que el cazador lo estaba ahorcando, sintió que su fuerza era cada vez mayor y logró hacer que el cazador lo soltara, una vez que hizo esto le torció la muñeca y aprovechó ese instante de dolor de su enemigo para tomar de nuevo su espada y así como había hecho Amato con el otro cazador, Massimo se la clavó y torció en el estómago, en un par de segundos, el cazador ya se había desvanecido.

Massimo alzó la mirada al cielo y dejó caer la espada, se desplomó en aquel banco y comenzó a sentir miedo, ya no se sentía seguro, ni valiente, temía regresar al bosque y tener que enfrentarse quien sabe a qué otra cosa, continuaba preguntándose dónde estarían sus padres y si estarían bien. No quería dejar de mirar al cielo, era lo único que le parecía apacible y tranquilo en aquel momento.

—Veo que pudiste con el cazador.

Amato había regresado y se sentó al lado de Massimo.

—Vamos, debemos irnos, ya tus padres estarán bien.

Massimo no le había hecho caso, era como si ni siquiera hubiera notado la presencia de Amato.

—Oye, despierta, nos tenemos que ir.

Massimo por fin lo miró, pero todo al parecer se había complicado aún más.

 
 
 

Comentarios


©2019 by rafaelaescribe. Proudly created with Wix.com

bottom of page