En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 6 mar. 2020
- 3 Min. de lectura
XXXII
De Vuelta a Casa
A Massimo le resultaron familiares, así que los siguió con la mirada.
Notó que corrieron directamente hacia donde ellos se encontraban, pero finalmente entendió que buscaban a los Robertson.
—¡Mamá, papá!- Mika abrazó llena de dicha a sus padres y Michael se unió al abrazo.
Cuando Massimo vio esa escena, sintió que de alguna manera su deseo se había cumplido.
Quizá sería imposible devolver el tiempo y hacer que todas esas personas lograran vivir una vida normal. Pero el que la familia Robertson estuviera reunida nuevamente, después de todo lo que vivió, sin duda resultaba muy reconfortante.
Sólo faltaba Vivian, ya se había alejado de todos, caminaba hacia la salida del pueblo, no le faltaban las fuerzas para ir en busca de su madre y volver con ella.
— ¡Vivian! — la llamó Amaru— ¿Qué harás? — le preguntó mientras corría a su encuentro.
—Debo buscar a mi mamá, sólo espero que no sea demasiado tarde.
Rosa, quien estaba atenta a la conversación de Amaru con Vivian, se acercó a los Robertson y les dijo:
— Creo que deberían ayudar a Vivian.
Brigitte asintió con la cabeza y fue hasta donde estaba la joven.
— Vivian, quédate con nosotros hasta hoy, mañana te llevaremos hasta la casa de tu mamá. No pretenderás ir caminando.
Vivian sonrió y abrazó con fuerza a quien había sido como una madre para ella.
— Gracias.
Massimo sintió que ahora todo estaba como debía estar, suspiró profundamente cerrando los ojos y en ese instante un hormigueo le recorrió todo el cuerpo, trató de abrir los ojos y no pudo, se sintió como en aquel momento en su habitación poco antes de llegar al lado de Astrea, no podía moverse, tuvo las sensación de que alguien lo tomaba por los brazos y ese cosquilleo en la boca del estómago, como cuando se está en lo más alto de la montaña rusa y de golpe el vagón baja a toda velocidad. Después todo se detuvo, ahora sí se podía mover y sabía que si lo intentaba podría abrir los ojos, pero le daba miedo hacerlo, no quería imaginarse a dónde había llegado ahora.
Para no llevarse una sorpresa muy grande al abrir los ojos, tocó la superficie donde había caído. Se sentía suave, parecían sábanas. Abrió de golpe los ojos y vio que estaba de vuelta en su habitación. Todo estaba en orden, tal cual como debía estar.
Era de noche y la habitación estaba iluminada sólo por el protector de pantalla de su computadora.
Se levantó de un brinco, ¿sería posible que todo hubiera sido un sueño?
No, no lo podía creer. Abrió la puerta de su cuarto y todo lucía normal en su casa.
Revisó su bolsillo y aun tenía en él su celular, vio la fecha y era quince de abril, como si nada hubiera pasado.
Se devolvió al cuarto, no entendía nada. Si todo había sido un sueño, había sido uno muy real.
Se sentó en su escritorio, se sentía como un idiota, creyendo que en verdad todo eso había pasado.
Tomó su libro de aritmética pues recordó que al día siguiente tendría una prueba. Si no era el elegido, el que debía salvar al mundo y todo eso, entonces tendría que continuar estudiando.
Cuando abrió el libro, cayó una hoja blanca y delicada, tenía algo escrito en letras doradas:
“Gracias por ayudarme en este primer paso para devolver la esperanza, la esperanza perdida.”
Su corazón se aceleró y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Sí había sucedido, sí era el elegido y por lo que decía en la nota, aún faltaban caminos por recorrer.
En verdad no esperaba que el próximo camino fuera más fácil, solo que lo pudieran acompañaran de nuevo sus nuevos amigos.
Pero, por los momentos, sería mejor que se pusiera a estudiar un poco de aritmetica.




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