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En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille

Capítulo IX


Corazón de Héroe


Dentro del roble, las demás hadas, Mirela y Massimo habían aprovechado el tiempo para hablar de cómo era la vida en sus diferentes mundos. Massimo por fin pudo revisar todo, Zeus le había dejado en la bolsa una brillante e imponente espada, arco y flechas, la pequeña daga que él había conseguido en el bosque y una nota que decía: “si realmente lo necesitas, aquí estará”. Él no había entendido muy bien esa frase, pero decidió guardar la nota en su bolsillo.

Entre tanto conversar con las hadas, no lograba entender por qué ellas nunca se llamaban por sus nombres; no pudo evitar preguntárselos, todas se quedaron calladas y lo únicamente ledijeron que debían esperar a que su amiga llegara de hablar con la sinzienele.

- —¿¡En serio!? ¿no me pueden decir?

Pero ninguna quiso decir nada. Mirela quería hablar, y se contuvo al ver a sus amigas tan cerradas a dar una respuesta, por lo que prefirió quedarse callada.

Pronto llegó Rosa con las buenas noticias, Ella y Breena aún no estaban convencidas de que pedirle ayuda a Amaru hubiera sido la mejor idea, pero casi siempre decidían seguir las ideas de Rosa, pues muy pocas veces tomaba decisiones erradas; cuando ella hacía algo, era después de haberlo pensado y analizado mucho; por eso todas confiaban en ella, pero en Amaru, no, en ella si que no confiaban. Apenas entró al roble, Rosa comenzó a hablar muy seriamente:

—La sinzienele nos ayudará, hablará con los duendes y antes de que el sol se oculte debemos encontrarnos con ella para que nos guíe hasta la guarida del demonio nocturno; Massimo, tú si sabes utilizar esas armas que te dejó Zeus, ¿cierto?

Massimo al escuchar esa pregunta, se puso muy nervioso, la verdad él nunca había utilizado nada parecido. Ciertamente, cuando era niño, jugaba con espadas; pero eso no sería práctica suficiente para enfrentarse a un demonio.

- —He de serte sincero, nunca he utilizado ningún tipo de arma, pero puedo hacer el intento—dijo en tono nervioso.

Para su sorpresa Rosa le respondió muy calmada.

- —Tranquilo, todo saldrá bien. Sólo debes confiar en ti y en tu instinto, sé que Sirius no se equivocó al escogerte.

Sin embargo, Massimo se sentía ansioso; sabía a quién se iba a enfrentar y no le resultaba el personaje ideal para iniciar sus entrenamientos con la espada, pero no tenía otra salida, o se enfrentaba a ese sujeto o esperaba su muerte sentado en una silla.

- —¡Oye! Massimo nos preguntó algo mientras tú no estabas.- le dijo Breena a Rosa con un hilo de voz que más bien parecía un susurro.

- —¿Ah, sí? Pues bien, espero que le hayan respondido, estamos aquí para aclararle cualquier duda.

- —La verdad es que no, no le contestamos, le dijimos que debíamos esperar por ti, para poder darle una respuesta.

—¿Y qué clase de pregunta les hiciste que no pudieron responderte, Massimo?— preguntó Rosa de manera divertida

—Yo sólo les pregunté sus nombres.

—¡Oh, entiendo! —Rosa se quedó callada un momento mientras miraba al resto de sus amigas—Creo que igual pudieron haberle respondido, pero está bien que hayan esperado. Verás, Massimo, en el mundo mágico, los nombres son mucho más que la manera en la que nos identificamos, nuestros nombres nos definen, si algún humano o ser no mágico los llega a conocer, puede ten

—Pero yo jamás me aprovecharía de ustedes.

—Lo sabemos, Massimo, pero sí puedes equivocarte y sin querer llamarnos por nuestros nombres en algún momento en que haya alguien que sí quiera aprovecharse de nosotras; entiende, es sólo por precaución. Van a haber muchos momentos en que estemos frente a seres terribles. Por ejemplo: el demonio nocturno, él no posee magia, pero sí es extremadamente fuerte, por eso puede manipular a los demás que vinieron con él y esa es la razón por la que todos le tememos.

Massimo y las demás dejaron mostrar caras de nerviosismo y para tratar de eliminar la tensión que Rosa había creado con sus palabras. Ésta se dio cuenta y agregó:

—Pero ya, tampoco será tan difícil vencer a ese tonto demonio, somos más los que estamos en su contra, además, todos aquí sabemos que el bien siempre triunfa sobre el mal.

Durante el resto del día, permanecieron dentro del roble, viendo los cambios de luz a cada hora a través de la pequeña ventana; poco antes de que el sol comenzara a ocultarse, decidieron salir, pero de antemano Mirela les dijo:

—Ya la sinzienele está afuera.

Casi al instante la puerta del roble se abrió. Mirela se mordió nerviosa los labios al ver que Amaru había entrado.

—¿Qué, cómo pudiste entrar? – dijo Ella, mirando de reojo a Mirela — Se supone que sólo nosotras sabemos la contraseña.

—Parece que viste un fantasma linda amiga—Amaru les hablaba con su chocante y burlona voz —Ya, tranquila, sólo quise ahorrarles el viaje; los duendes ya están por ahí tratando de despistar a los insoportables “lame botas” del demonio y creo que lo mejor es que nos apresuremos.

Breena y Ella miraron a Amaru como si se tratara del verdadero enemigo Rosa les habló:

—Bien amigas, ya saben, ustedes dos quédense aquí y les voy a pedir algo, estén atentas a mi llamado, tal vez las necesite. Aunque siendo sincera, espero que no sea así, pues eso significaría que no todo salió como lo esperamos.

—Todo estará bien, ya lo verás, solo espero que tú, sinzienele, no rompas con tu parte del trato. – agregó Ella que no terminaba de confiar en Amaru.

—Entiendo tu aflicción, brillosita. No soy una de tus mejores amigas, pero trata de confiar un poquito, ¿no? — dijo Amaru mientras disfrutaba viendo a Ella y a Breena asustadas y molestas. No permitiría que dejaran de estarlo, para ella era muy divertido. Y concluyó aqgregando: —Bueno, bueno, ya vámonos, no seguiré perdiendo el tiempo con hadas desconfiadas.

- —Bien, vámonos Massimo. –

Abatwa tomó a Massimo de la mano. Él parecía una estatua de lo rígido que se mantenía observando a la sinzienele de arriba abajo; entendía bien por qué las otras dos hadas no podían confiar en ella, si se dejaba llevar por la apariencia, no parecía ser alguien en quien se pudiera confiar; pero él había notado la tranquilidad de Rosa, a quien consideraba la líder, pues dirigía y tomaba las decisiones.

Massimo reaccionó y salió del roble junto a las demás. Realmente el bosque resultó ser muy tenebroso una vez que el sol se ocultó por completo; el sonido del viento les silbaba en los oídos como si fuera un cántico misterioso de la noche; el ulular de los búhos y uno que otro aullido de lobo, no eran de mucha ayuda en una caminata nocturna como esa. Cada pisada iba acompañada del crujir de las hojas y ramas caídas; más ahora que se estaban acercando al lado más oscuro del bosque. En esa parte casi todos los árboles tenían hojas secas y marchitas, por lo que el suelo carecía del suave y verde pasto donde Massimo había caído aquella vez. Justo ahí habitaban los seres malignos de la noche, había llegado el momento de que Rosa y Abatwa se encogieran para no llamar la atención con sus brillantes alas. Rosa le hizo un gesto a Abatwa, el cual ella entendió de inmediato, pero Amaru las detuvo sin siquiera detenerse:

—No piensen en gastar su magia de esa manera tan tonta. Menos mal que vinieron conmigo, se nota que no saben mucho de las noches en el bosque ni de sus habitantes.

—¿Qué quieres decir?, nuestras alas nos delatarán —dijo Rosa con nerviosismo y con una voz muy suave.

—Los animales de la noche, no distinguen la luz de la oscuridad, de hecho son muy pocos los que pueden siquiera ver, ellos se guían por su olfato. Quédense como están, nada malo ocurrirá, además, los duendes hicieron un buen trabajo con los que habitan por aquí, pues esto parece estar desierto. Vamos, hay que seguir.

Amaru les hizo señas y los tres la siguieron. Unos pasos más adelante escucharon unos resoplidos y gruñidos muy cerca de ellos, siguieron caminando tratando de hacer el menor ruido posible, pero pronto tenían frente a ellos a uno de los Moors. De inmediato Massimo tomó su espada y decidió enfrentarlo, pero la sinzienele se colocó frente a él

- —¿Qué crees pequeño, que vas a hacerle daño a mi adorable mascota? Guarda tu espadita para otro momento, ¿quieres?

- —Disculpa, no sabía…—dijo Massimo mientras envainaba nuevamente su espada.

- —Tranquilo, veo que resultaste ser muy valiente, después de todo no cualquiera se atreve a enfrentarse a un Moor.

Continuaron su camino silenciosamente acompañados ahora por el Moor. La plateada luz de la luna quedó cubierta por una gigantesca nube negra; gotas de lluvia comenzaron a caer, cuya fuerza y cantidad fue aumentando poco a poco, haciendo que el frío del bosque se intensificara. Una gran sombra pasó rápidamente junto a ellos, quienes al verla se quedaron paralizados.

—No hagan ningún ruido —susurró Amaru —creo que el demonio nocturno está por aquí cerca. Tranquilos, tengo algo que nos ayudará.

Amaru saco de un pequeño bolso que llevaba un polvillo negro y brillante; lo tenía en la palma de su mano y lo esparció por encima de Abatwa y Rosa. Apenas hizo esto, el brillo de sus alas desapareció

—¿Cómo hiciste eso? ¿De dónde sacaste ese polvillo?- preguntó Rosa desconcertada.

—¿Estás segura de que quieres que te responda eso en este momento?

—Bueno, bueno, tienes razón.

—Sigamos con mucho cuidado, él si puede ver muy bien en la oscuridad. Lo sé por experiencia.

Esto último lo dijo entre dientes y se podía notar que en verdad ella también tenía miedo de lo que pudiera pasar.

Massimo vio unos brillantes ojos rojos que se asomaban entre la maleza, pudo reconocerlos de inmediato, eran los mismos ojos que había visto aquella noche a través de la ventanita del roble, era el demonio nocturno que los acechaba sin que ninguna de las hadas lo notara. Massimo sintió que debía hacer como si nada pasara para que sus acompañantes no se exaltaran y decidió esperar a que éste se acercara a él. Continuó caminando pero un poco más lento que las demás, sabía que el demonio intentaría atacarlo por la espalda, pero ya él estaría preparado. El Moor que estaba junto a la sinzienele dejó de caminar; Massimo puso su mano sobre la espada y rápidamente se volteó hacia donde sabía que se encontraba el demonio nocturno y ambos se atacaron entre sí. El demonio trató de clavarle sus enormes garras en el pecho, pero Massimo reaccionó rápidamente. No sentía miedo, sabía que podía con él; con su espada logró cortarle la cara, pero el demonio lanzó a Massimo al suelo haciendo que su espada se le escapara de las manos. Sin embargo, el joven tomó su cuchillo y se lo clavó en la pierna. La criatura demoníaca trataba de se sacárselo, mientras Massimo recuperaba su espada y esta vez, con toda su fuerza, la atravesó por la espalda del demonio.

—¡Desgraciado niño! ¿acaso crees que puedes vencerme?

En ese momento Amaru gritó desde la maleza:

—¡Ahora, ataca! – la sinzienele había ordenado al Moor, el cual en forma inmediata se abalanzó contra el demonio y logró clavarle sus colmillos en el hombro. Aun cuando pudo hacerle daño, el demonio mantuvo su fuerza y de un golpe hizo que el Moor cayera desmayado en el piso.

Massimo se fue con su espada directamente hacia el demonio, no le importaba en donde lo hiriera, sólo quería vencerlo, esta vez no logró nada. El demonio lo agarró por el cuello y con sus grandes garras lo intentó estrangular, pero el Moor, reincorporándose , agarró al enemigo por la pierna; el muchacho aprovechó que el demonio había perdido un poco la fuerza para tomar firmemente su espada y alcanzó a clavársela en el pecho. Un dolor inmenso se apoderó del temible enemigo y, al no soportarlo, tampoco tuvo fuerzas para seguir sosteniendo al joven, así que lo soltó. Massimo cayó de golpe, mientras que el demonio quedó arrodillado y débil como para seguir luchando. Massimo no confió en la debilidad y, para asegurarse, volvió a atravesar su espada en el pecho de su enemigo, haciéndolo caer definitivamente. La criatura tenía sangre por todas partes, habían logrado hacerle mucho daño.

Massimo tomó la espada, sabía que habían ido con él para acabar con su vida. Pero no se sentía capaz de hacerlo, debía haber otra forma de vencerlo sin tener que matarlo, entendía que aquel demonio formaba parte de los malos... pero, y acaso por eso ¿él tenía derecho a decidir sobre quién debía vivir y quién no? Si se atrevía a acabar con la vida de alguien, sea quien fuera, terminaría convirtiéndose en una mala persona. Con todos esos pensamientos dándole vuelta en la cabeza, más el dolor y la responsabilidad de salvar más que sólo su vida, cayó desmayado.

—¿¡Qué pasa!? ¡Massimo, reacciona!- Rosa se apresuró a ver qué le pasaba a Massimo.

—El duende poseedor está haciendo algo, hay que acabar ya con este demonio, o si no nada de esto habrá servido—dijo la Sinzienele y fue a tomar la espada de Massimo para clavársela en el pecho al demonio, provocando que éste soltara un terrible rugido, la sinzienele lanzó la espada. Su expresión era fría, pero sus ojos reflejaban dolor.

—Amaru – dijo Rosa posando su mano en el hombro de la Sinzienele.

—Ya este monstruo está muerto – dijo Amaru sin prestarle atención al gesto de Rosa—pronto todos los duendes poseedores desaparecerán, incluyendo al que está en el cuerpo de este niño. Y luego agregó:

—Ellos no eran realmente una especie natural por decirlo de alguna manera, eran como una extensión de la maldad de este demonio, era su forma de poder hacer daño en varios lugares a la vez, cada vez que uno de estos duendes poseedores mataba a alguna de sus víctimas, el demonio se hacía más fuerte, pero sé que no lograron poseerse de muchos en el bosque pues todos estábamos muy atentos; este niño en cambio, fue presa fácil, pero tranquilas, estará bien.

Amaru observó a Massimo que aún estaba tirado en el piso.

—Cuiden bien a este pequeño héroe, es valiente en verdad. Ya cumplí con mi parte. Adiós.

Antes de irse volvió a sacar polvillo del pequeño bolso y lo esparció en Abatwa y Rosa devolviéndole el brillo a sus alas.

—Necesitarán de nuevo su luz, pues el bosque está muy oscuro a esta hora, resguárdense pronto de la lluvia.

Esta vez sí se fue, y no pudieron distinguir su oscura silueta entre los arbustos y matorrales del lado oscuro del bosque. Rosa y Abatwa cargaron por los hombros a Massimo y emprendieron de nuevo su camino al roble.

—Rosa – le dijo Abatwa— Amaru no es tan mala en realidad, ¿cierto?

- No Abatwa, simplemente no ha tenido suerte.

 
 
 

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