En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 4 ago 2019
- 7 Min. de lectura
Capítulo VIII
La Historia de Sirius
Todos se quedaron observando a Rosa mientras hablaba.
—Astrea te habló de Sirius, lo sabemos, pero creo que ni ella sabe exactamente quién sea realmente.
—Ella me dijo que era una estrella— interrumpió Massimo— cuya luz hacía que todos fueran felices, tuvieran esperanzas o algo así y me dijo que nunca la había podido ver. De hecho, estaba muy molesta, no dejaba de repetir que ella era la Diosa de las estrellas, que no era posible que yo la viera y ella no.
—Sí, es cierto que Sirius es una estrella, pero no es una simple estrella, es mucho más que eso. Ella podía ir a donde quisiera, siempre iba a aquellos lugares donde sentía que faltaba la alegría y las esperanzas; llevaba felicidad a cualquier rincón. Yo la conocí. Sirius adoraba venir al bosque encantado. Sabía que las noches en este bosque no eran las más lindas, pues los seres indeseables buscan esas horas para hacer sus apariciones; a pesar de todo ella decía que existía armonía, sabía que algunos duendes iban al mundo de los humanos a buscar oro y otros tesoros; los efialtes iban y le robaban la energía a otros, mientras que aquí mismo otras criaturas espantaban a los animales. Pero ella decía que era normal, que los humanos no morirían por perder algo de energía, que sólo se sentirían enfermos por un par de días y luego volverían a estar bien. Decía que el oro buscado por los duendes no pertenecía a ninguna casa, sino a lugares recónditos. También, que lamentablemente algunas veces resultaba normal que inocentes animales murieran para alimentar a otros. En fin, Sirius decía que este era uno de los lugares en donde se mantenía el equilibrio y esperaba poder hacer que en todas partes se mantuviera como aquí. Un día se fue a un lugar diferente. No sé qué fue lo que encontró en aquel sitio; decían que iba muy seguido para allá y una vez me habló de alguien llamado Calco. Según Sirius, ese hombre necesitaba ayuda y pensó en traerlo al bosque para cambiarle la vida, pues en donde estaba no lograba conseguir la felicidad.
No estoy segura de que haya traído a Calco pero después de decirme eso, no la vi más; luego aquí comenzaron con frecuencia a aparecer criaturas horribles y en otros lugares también. Criaturas que hacían daño sólo por diversión, no buscaban alimento, simplemente eran bárbaros. En muchos lugares la esperanza se fue apagando. Sabemos que en tu mundo cada vez hay más guerras y desesperación; aquí en el bosque encantado se fue acabando la magia, antes podíamos ir al mundo de los humanos y dejábamos nuestra huella. Las personas creían en la magia, en las sirenas, las hadas, los duendes y sin saberlo les ofrecíamos sueños, alegrías y esperanzas, pues si sentían que en el mundo había magia, también sentirían que nada podía ser imposible. Por su parte, los efialtes, sí, iban a robar energía, pero como decía Sirius, no les hacían nada malo a las personas. De hecho, ellos nunca iban a quitarle la energía a una misma persona dos veces, no podían hacerlo. Ahora, están prácticamente extintos ya que muchos no aguantaron mantenerse tanto tiempo sin eso que era su alimento. Esa es la razón por la que necesitamos que te vean, porque se encuentran tan desesperados que podrían robarte toda la energía y dejarte morir.
El demonio nocturno, ése que viste anoche, llegó aquí con otros monstruos, que hacen todo lo que él les diga, todos les tememos. La armonía, el equilibrio del que Sirius hablaba, simplemente se esfumó, no existe y así no podremos seguir por mucho tiempo. Sabíamos que existiría alguien que rescataría a Sirius, porque ella se lo dijo a Zeus a través de sus sueños; le dijo que llegaría el momento en que alguien podría rescatarla, que ella lo buscaría y al encontrarlo usaría la poca fuerza restante de sus destellos para que su salvador pudiera verla y él debía estar atento para enterarse de ese acontecimiento. Así Zeus podría enviar a alguien para que lo guiara. Sin embargo, éste no supo a qué se refería cuando Sirius le dijo que debía enviar a alguien para que lo guiara, así que buscó en el libro del Olimpo y descubrió lo que debía hacer. Debía tener otra hija, una que reinara sobre las estrellas, ella crearía y cuidaría el camino dorado y llegado el momento debería guiar al elegido hasta ese lugar. Parece que ese camino te llevaría directamente hasta donde Sirius se encontraba, pero, bueno, pasó lo que pasó. Un accidente, nada más, tal vez tu destino era caer aquí.
Massimo sentía que en verdad él debía caer en ese lugar, ya que desde muy niño soñaba que caía de aquel camino de estrellas. Pero para que las hadas no creyeran que sólo se trataba de excusas, no mencionó nada.
— Ya tienes una mejor idea de a quien vas a ir a buscar, ¿cierto?
— Sí, realmente estaba intrigado, no sabía cómo iba a rescatar a una estrella.
Rosa continuó:
— Ahora, necesitamos buscar aliados para poder llegar hasta el demonio nocturno, nunca nadie se ha atrevido a enfrentársele, pero sé que todos, incluso nuestros no tan amigos noctámbulos, están cansados de ese monstruo. Yo sé que Sirius no se equivocó al escogerte y también sé que las armas de Zeus son un gran punto a tu favor. Hablaré con la sinzienele. . .
— No, no debes hacer eso— dijo Breena sobresaltada— No creo que ella sea la mejor aliada.
— Tranquila, sé lo que les digo, todos, incluso a los que llamamos indeseables, estamos cansados y nos vemos afectados al no tener magia; la sinzienele no es la excepción, a ella tampoco le queda mucho suministro de magia y además, ella
conoce bien la oscuridad del bosque y sabrá cómo ayudarnos; seguramente juntas podremos lograr más.
— Estoy de acuerdo contigo – Intervino Abatwa- sé que la Sinzienele sabe controlar a un animal muy fuerte y podríamos utilizarlo como arma; también deberíamos buscar a los duendes para que distraigan a los lacayos del demonio mientras vamos hacia él.
— Bien pensado –— respondió Rosa— yo iré a buscar a la Sinzienele… creo saber dónde puede encontrarse a esta hora. Por favor Massimo, quédate aquí con las demás, esperen a que yo regrese.
Rosa salió del roble con paso firme, decidida a encontrar ayuda. Aún era muy temprano, apenas comenzaban a verse los rayos del sol. La sin igual hada daba largas zancadas para apresurarse a llegar a su destino. Pronto se paralizó al llegar a un sendero enmarcado por grandes árboles como el resto del bosque; la única diferencia se hacía notoria en los árboles de escasas hojas, cuyo verde era tan oscuro que podía confundirse con el negro, sus ramas sobresalían como filosos cuchillos y el césped, pues más bien parecía que en ese lado nunca había siquiera existido. Rosa se decidió a atravesar aquel sendero y al final del mismo, pudo ver a Amaru sentada en una roca, estaba de espalda, solo se podían apreciar sus grandes alas negras como de murciélago, al darse cuenta de que tenía compañía, volteó la cara y al mirar a Rosa no pudo dejar de ocultar su asombro mostrando una sonrisa burlona.
- —¿Qué ha pasado que la Rosa más linda del jardín ha venido a saludarme?
- Amaru, ha llegado la hora de que cumplas tu promesa.
Al escuchar estas palabras la sinzienele cambio por completo su expresión de burla, llegando a verse más bien preocupada.
—Debo confesarte que nunca pensé que este día llegaría. Dime, qué quieres que haga.- Amaru se dio vuelta y se acercó un poco más a Rosa quien no tardó en contestar.
—Amaru, sabes bien que el elegido está aquí, él nos devolverá a Sirius y mientras más pronto lo haga más pronto llegará la magia a nuestro bosque.
Tratando de mostrarse despreocupada, Amaru habló mientras revisaba sus uñas y al mismo tiempo torcía el flequillo de su cabello entre los dedos.
—Sí, yo sé todo eso, pero ¿qué quieres que haga?... yo no soy quien lo puede ayudar, no está en mi naturaleza ayudar a nadie, así me vea beneficiada por ello.
—De acuerdo, te entiendo, pero por eso hoy te pido que cumplas tu promesa, porque si bien es cierto que no está en ti ayudar a otros, también es verdad que no puedes romper una promesa. Y en este momento necesito que me apoyes.
Entiendo. Continúa.
Amaru volvió sentarse en la roca sin dejar de aparentar poco interés en lo que Rosa le decía, ella por su parte se veía muy concentrada y nerviosa.
Anoche cuando fuimos a buscar las armas, le pedimos a Massimo, que es el elegido, que se mantuviera oculto- Rosa suspiró y continuó - pero no nos hizo caso, salió y pasó algo muy malo; un duende poseedor se apropió de su cuerpo y estamos seguras de que el demonio nocturno fue quien le encargó hacer eso para luego eliminar a Massimo del camino. Necesito que me ayudes a encontrar la guarida del demonio, debemos agarrarlo por sorpresa y con la ayuda de los duendes podríamos despistar la atención de sus lacayos. Ya quedaría de nuestra parte enfrentarnos únicamente con ese monstruo; Massimo tiene las armas y tú, bueno, sabes que hay un Moor que te obedece en todo, tal vez él pueda sernos de ayuda.
Amaru volvió a mirar Rosa con una torcida y falsa sonrisa.
—Veo que tienes un plan muy bien elaborado, pero ¿crees que sea realmente inteligente arriesgarnos y enfrentarnos al demonio nocturno?— volvió a ponerse de pie y caminó alrededor de Rosa mientras hablaba —Quiero decir, ¿acaso crees que todo este plan funcionará en verdad?... sólo imagina por un momento que alguno de los duendes decida traicionarnos ¿Ah?... El demonio se enteraría de la emboscada y al final seríamos nosotros los que quedemos ¡acorralados!
Al terminar de hablar se quedó cara a cara con Rosa.
—Amaru, aún tenemos magia. Podríamos utilizar un poco de ella para salvarnos, si es que algo así ocurriera. Pero, en serio, no creo que ocurra nada malo… peor es que nos quedemos con los brazos cruzados mientras esperamos que nos arrebaten de las manos la única esperanza que tenemos.
—Ay Rosa, tu siempre tan valientemente tonta. Bueno, si es así como quieres que te apoye, está bien, lo haré. Te espero aquí antes de que se oculte el sol, iremos hasta la guarida del demonio nocturno, también me encargaré de hablar con los duendes. Ve tranquila a jugar con tus amiguitas, yo me haré cargo de todo.
—Gracias Amaru, sabía que no me abandonarías.
—Ya, tranquila, no hace falta que te pongas sentimental—agregó Amaru y dio media vuelta, mientras se despedía de espaldas a Rosa con un ligero ademán de su mano.
—Está bien, nos vemos más tarde. Gracias de nuevo.
Rosa se sentía mucho más tranquila, por alguna razón ella sabía que podía confiar en Amaru.




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