En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 31 jul 2019
- 6 Min. de lectura
Capítulo V
Un Lugar Mágico
—Mira, que extraño es.
—Bueno, su rostro es muy lindo, así que por suerte no es uno de esos burlones y malvados duendes.
—Creo que es un humano…
Un grupo de cuatro hermosas hadas estaban contemplando a Massimo. Había llegado a un enorme jardín lleno de bellas flores silvestres, grandes y frondosos árboles con hojas doradas, amarillas y verdes con coloridas mariposas que revoloteaban por todas partes. A lo lejos se distinguía una bella caída de agua que formaba un transparente y colorido lago y. con un maravilloso arcoíris en frente
—¡Aléjense, que se está despertando!- exclamó una de las hadas llamada Breena. Y rápidamente todas fueron a esconderse tras los arbustos.
Massimo miró hacia todos lados, no tenía idea de dónde se encontraba. Tenía dos opciones: o seguía en el sueño o todo resultaba ser real y si era así se había desviado del camino a pesar de haber estado tan cerca de terminarlo.
—Pobrecito, deberíamos ayudarlo- susurró Rosa que era una de las hadas más hermosas.
Pequeñas flores silvestres decoraban su cabello largo y de preciosas ondas doradas como las olas de un bello mar brillante. Su tez blanca y pálida contrastaba con unos grandes ojos negros y una hermosa sonrisa dibujada por sus labios rojos y carnosos.
—No, no entiendes que podría hacernos daño —dijo otra de las hadas; ésta tenía el cabello liso y negro, un rostro hermoso y delicado; sus ojos verdes le daban un toque extraño y atractivo a su piel morena. Tenía por nombre Ella.
—Ella, yo creo que Rosa tiene razón, deberíamos ayudarlo, parece que está confundido— opinó Breena, un hada de aspecto infantil con un corto y rojizo cabello que le llegaba hasta los hombros y llevaba en su cabeza una linda corona hecha con pequeñas flores; tenía labios pequeños y delgados que contrastaban con las graciosas pecas que decoraban su rostro.
Rosa y Breena se acercaron sigilosamente hasta donde se encontraba Massimo, y tras ellas fueron las demás
—¡Hola, bienvenido a nuestro jardín!- exclamó Breena entusiasmada. Massimo se exaltó, pero al ver a todas aquellas hadas tan hermosas y que al parecer también eran amistosas se tranquilizó y decidió presentarse.
—Ho… hola… Yo soy Massimo
—Dinos Massimo, ¿qué haces aquí y cómo has llegado?-preguntó otra de las hadas llamada Abatwa, su piel era bella y de color dorado, como si se hubiera bronceado en un hermoso día de playa, su cabello era claro, casi blanco, lo llevaba recogido con una cola alta y sus ojos de color azul celeste igual que el cielo.
—Bueno, al parecer llegue hasta aquí por el camino dorado, es un camino hecho por miles de…
—…estrellas, lo sabemos, y también sabemos que Astrea sólo dejaría a una persona cruzar ese camino!- agregó Rosa muy sorprendida.
—Entonces, tú eres el elegido por Sirius- dijo Abatwa.
—Eso fue lo que me dijo Astrea.
Todas las hadas se mostraron muy entusiasmadas, pero en especial Rosa, quien tomó a Massimo de las manos y luego lo abrazó con fuerza.
—¡No lo puedo creer, eres el elegido! Habíamos estado esperando este momento desde hace mucho tiempo. Pero tú no deberías estar aquí precisamente, ¿cómo fue que desviaste de tu camino si el camino dorado te conduciría hasta tu destino real?
—Lo que pasó fue que las armas que me había dado Astrea se me cayeron y tuve que detenerme sólo por un segundo para poder recogerlas antes de que se me extraviaran, pero al hacer esto el camino se fue desmoronando poco a poco y pues, no pude hacer nada…
—No puede ser, que mala suerte tuviste, pero ya no hay más nada que hacer, ahora debes recorrer un camino más largo y duplicar los desafíos para que logres llegar a tu verdadero destino, así que ya basta de hablar y enseñémosle a Massimo lo que debe hacer.
Rosa guió a Massimo y a todas las hadas por un camino oscuro que los llevó hasta un gran roble cubierto de ramas y hojas. Al llegar ahí Rosa pronunció algunas palabras claves:
—¨Seguros estaremos en tu interior, por favor desviste tu puerta sagrada y permítenos permanecer en tu morada¨
A continuación una hermosa dríada apareció de entre la madera, su piel se asemejaba al color del árbol y tenía un hermoso cabello verde igual a las hojas del roble.
—Hola hadas, hoy vienen acompañadas. – dijo la dríada.
—Sí, estamos con Massimo, es un humano, debemos entrar pronto.- Dijo Ella nerviosa.
—Claro, entren, entren.
La dríada volvió a ocultarse y todas las ramas y hojas que cubrían el tronco del roble dieron paso a una enorme puerta por donde todos pudieron entrar
—Entren todos, rápido, ya está oscureciendo, recuerden que a esta hora vienen los Efialtes, y ahora que estamos con un humano si debemos temerles, tenemos que cuidar a Massimo hasta que esté preparado para su largo recorrido.-dijo Rosa nerviosa.
Una vez dentro de su guarida, la tensión desapareció.
—Massimo, te presento a nuestra amiga, ella es una dríada.
—Hola, un placer.- dijo Massimo.
—El placer es todo mío, bienvenido a nuestra casa.
Massimo sonrió nervioso, no quería ser grosero, pero necesitaba saber quienes eran ¨esos¨ efialtes.
—Perdón, no entendí muy bien- dijo Massimo — ahorita hablaste de unos… ¿Efialtes?
—Sí— dijo Breena - Dime Massimo, ¿has oído hablar de los duendes?
—Pues… si
—Los Efialtes son familia de los duendes; generalmente los duendes sólo son fastidiosos y burlones, pero los Efialtes son muy malos, ellos se alimentan de la energía de los humanos; cuando están durmiendo, los Efialtes saltan sobre el pecho de sus víctimas y le roban la energía, pero hay muchos de los que viven aquí que tienen tiempo sin ir al mundo de los humanos, así que si te ven, son capaces de
saltar encima de ti a pesar de que estés despierto- explicó Abatwa mientras miraba con nervios por una ventanilla.
Massimo después de escuchar aquella rara explicación acerca de los Efialtes observó con atención la pequeña y acogedora guarida a donde lo habían llevado las hadas. Todo estaba muy bien iluminado por pequeñas luciérnagas que revoloteaban en lo alto del interior del roble, había una hermosa fogata que hizo aparecer Ella; Rosa, por su parte preparaba un delicioso chocolate caliente, Breena colocaba en un gran plato varias frutas y galletas de avena, mientras que Abatwa acomodaba la mesa con un hermoso mantel y un bello ramo de flores.
—Disculpa Massimo, pero no terminaste de decir qué paso con las armas que te dio Astrea, ¿las tienes guardadas en algún sitio?- preguntó Rosa mientras le ofrecía una reconfortante taza de chocolate caliente.
—No, la verdad no las tengo, primero me detuve para recoger el bolso del suelo, pero ya algunas armas habían caído y luego cuando yo caí el bolso se cayó con las demás armas que guardaba en su interior - respondió Massimo muy avergonzado
—¿¡Cómo!? – pregunto exaltada Breena dejando caer el plato con las frutas y las galletas.
Abatwa y Ella suspiraron al mismo tiempo y miraron a Massimo con gesto de desaprobación. La dríada, cuyo nombre era Mirela se sentó al lado de Massimo y le puso la mano el hombro como gesto de apoyo.
—Bien, debemos calmarnos- Rosa se mostró muy serena ante la situación y comenzó a recoger todo lo que había caído al piso. – Entonces quieres decir ¿que las armas cayeron al mismo tiempo que tú lo hiciste?
—Pues sí, algunas cayeron conmigo, pero como yo me golpee tan fuerte, no sé en donde quedaron, las otras se cayeron un poco antes de que yo lo hiciera.
—¿Crees que hayan caído en algún lugar del bosque?- preguntó Ella dirigiéndose a Rosa
—Es lo más seguro, pero debemos salir a buscarlas ahora mismo, porque si no lo hacemos pueden caer en malas manos.
—Yo las puedo ayudar- dijo Mirela – voy a averiguar con las otras dríadas a ver si saben algo de unas armas perdidas.
—¡Gracias!- dijo Rosa – eso nos será de mucha ayuda.
De inmediato Mirela se pegó a las paredes del roble y desapareció, transportándose así de árbol en árbol, para poder hablar con sus amigas.
—Ojalá ella logre averiguar algo. –Dijo Breena.
—¿Y no les da miedo que le pase algo? ¿Dónde está ahora?- preguntó Massimo angustiado.
—No, tranquilo, ella se transporta de un árbol a otro, no debe adentrarse en el bosque.
—Sí, así es, pero por si acaso las dríadas no saben nada…Massimo, come algo mientras nosotras también buscamos, debes tener fuerza para mañana, pues es un largo camino el que te toca recorrer. – dijo Rosa.
—Pero no puedo permitir que ustedes vayan solas, yo las acompañaré.
—No Massimo, tranquilo, a nosotras nada nos pasará, más bien disculpa que te lo diga, pero serías un estorbo si nos acompañas, es muy tarde y el bosque esconde criaturas malignas en su oscuro interior, hay más que Efialtes. Nosotras estaremos bien. ¡Por favor, quédate aquí!
Massimo asintió con la cabeza y las cuatro hadas salieron rápidamente del roble.




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