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En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille

Capítulo IV


El Camino Dorado


Lo que Massimo pudo ver fue el espectáculo más maravilloso que nunca había visto: miles de estrellas empezaron a moverse en distintas direcciones hasta que formaron un camino, uno que parecía interminable y asombrosamente brillante.

—¡Es exactamente igual al de mi sueño!

—Ya sabes, lo único que debes hacer es no detenerte.

Massimo estaba aún observando el camino y cuando volteó para despedirse de Astrea, ésta ya se había ido. Ahora, Massimo estaba completamente solo y debía continuar su viaje en busca de Sirius, la estrella que le devolvería la esperanza a todos los seres humanos. Pero como se supone que debía buscar una estrella, bueno, ya tendría tiempo para eso, sería mejor que comenzara a caminar.

Había caminado demasiado y ya estaba muy cansado. Sentía que nunca llegaría hasta el final de ese brillante sendero, pero sabía que debía continuar sin detenerse pues no quería caer, sentía curiosidad por saber qué había al final del camino. Además, ya estaba casi seguro de que todo era real; no había manera de que estuviera soñando algo tan complejo y que aún siguiera dormido… además, ¡tenía que ser verdad, se sentía despierto! ¡vivo! Su adrenalina se alborotaba al querer saber aquello que le esperaba. Así que ¡no!, no se detendría. Pero algo inesperado ocurrió: el pequeño bolso que le dio Astrea, se le resbaló de las manos… al parecer estaba mal cerrado, pues pudo ver algunas cosas que salieron de su interior cayendo al vacío.

—¡No puede ser!

Massimo se tuvo que detener tan sólo un segundo para recoger el bolso del suelo, pero apenas hizo esto, el suelo de estrellas comenzó a desmoronarse; rápidamente tomó la pesada bolsa y corrió en dirección al final del camino, las estrellas poco a poco se iban

esparciendo y se ubicaban en lo alto del cielo; Massimo corría desesperado a la mayor velocidad que sus piernas podían alcanzar, pero por cada uno de sus pasos cientos de estrellas iban desapareciendo del camino. Llegar hasta el final le estaba costando demasiado.

—¡No puede ser!—exclamó de nuevo. Era muy difícil correr, pues las estrellas se separaban cada vez más rápido y él no conseguía cómo dar los pasos. Massimo escuchó la voz de Astrea que le gritaba para darle ánimo:

—¡Sigue corriendo, ya falta poco!, ¡Vamos Massimo, tú puedes lograrlo!

Pero Massimo se desconcentró al escuchar a Astrea, pues creyó que ella venía en su ayuda y sin pensarlo se detuvo, por lo que todas las estrellas se separaron haciendo que el camino desapareciera por completo, mientras Massimo sentía su inevitable caída; la bolsa con las armas se le salió de las manos y él seguía cayendo, hasta sentir un golpe contra una superficie plana y algo mullida. Alcanzó a ver mucho verde y luego...luego no supo nada más.Capítulo

 
 
 

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