En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 31 ago 2019
- 9 Min. de lectura
Capítulo XXVIII
Marea Alta
—Me hizo creer que en parte yo había sido la responsable de lo ocurrido…- dijo Vivian con dolor al terminar de escuchar las palabras de Elisa.
—Sí Vivian, pero ya sabes que no fue así, ella tenía todo planeado. – le dijo Rosa —tratando de calmarla.
—Ahora, qué hacemos con esa información, si igual no podemos regresar a ese mundo. – dijo Amaru con mala cara.
—Ustedes…- dijo Massimo refiriéndose a los guardianes.
—No, nosotros no podemos ir—intervino Antonio— Es un mundo diferente, que nació del miedo… no podemos llegar a no ser por medio de un portal.
En aquel momento, una sensación de vacío y desesperanza se apoderó de todos; sus ojos no miraban hacia ninguna parte, sólo estaban decepcionados.
Massimo se sentía como un idiota. Ya había matado a la bruja, pero ahora no podría salvar a todas esas personas. Vivirían con miedo durante toda su vida, y si un día Sebastián simplemente olvidaba cerrar la mansión, el hombre lobo los mataría a todos.
—Yo podría llegar hasta ese pueblo. – dijo Elisa.
Todas las miradas se dirigieron hacia ella.
—Sólo que… ¡mírenme, soy una sirena... con mis... brazos llenos de escamas! Creo que si esa gente me ve su temor será mayor.
El grupo de amigos se enmudeció, a excepción de Massimo, quien vio un pequeño rayito de luz en la proposición de Elisa, por lo que preguntó:
— Y... ¿Cómo harías para llegar hasta allá?
— ¡Fácil!... Por un portal en el fondo del mar.
—Dime… ¿Tú y cuántos más podrían entrar por ese portal?
—Pues… quien me acompañe puede entrar…
Elisa se dio cuenta de lo que estaba pensando Massimo y le dijo contrariada :
—Espera un momento, no puedes estar pensando…
—Sí, yo seré tu acompañante.
—Por favor, eso no tiene sentido, ¿cómo harás para aguantar la respiración por tanto tiempo?-preguntó Elisa mirándolo como si estuviera loco.
—Yo tengo mis métodos. – respondió Massimo haciéndose el interesante.
—¡Ja!, sí, claro... y supongo que también tendrás tus métodos para alejar a las otras sirenas, que por cierto, no son tan amistosas como yo.
—Sí, sé algunas cosas sobre las sirenas, pero estoy seguro de que al verme contigo creerán que eres tú la que me estás ahogando.
—No, ellas me conocen. Saben que jamás ahogaría a nadie.
—Por favor, Elisa, ¿cómo crees que llegamos hasta aquí? Sé que correremos riesgos, pero a veces son necesarios. Si esa es la única manera de llegar hasta ese pueblo, entonces hagámoslo así.
Elisa miró a Massimo dudosa, pero sabía que no había otra opción.
Vivian se quedó con Daniel en el pueblo, mientras la sirena condujo a los demás hasta el mar. Subieron a un risco. El viento frío golpeaba sus caras, haciendo que el agua salada los salpicara.
—Este pueblo está prácticamente flotando encima del mar – dijo Elisa— Un hermoso y rebelde mar está justo al final de este risco. Espero que no le temas a las alturas. — Esto último se lo dijo específicamente a Massimo.
Al llegar a la punta vieron a qué se refería. El agua golpeaba unas inmensas rocas, las olas se sacudían con fuerza. Massimo nunca antes había visto un mar tan agitado como ése y mucho menos había pensado en sumergirse a uno.
—No puedes lanzarte de aquí hasta allá, así que tendremos que bajar por aquellas rocas.
El chico no sabía qué era peor, si lanzarse o bajar por las rocas, las dos cosas parecían conducir a un suicidio seguro, pero no era momento para dudar, tenía que hacer por el bien de todos.
Massimo se despidió de los chicos y les dio un abrazo a Rosa y Amaru. Pronto la sirena y el joven héroe se alejaron de la vista de sus amigos. Bajar por las frías y resbaladizas rocas no era un trabajo fácil, pero en el fondo él sabía que no sería lo más difícil.
Mientras descendía, pensaba en sus padres, en su escuela, en Hanna. Había descubierto la mejor manera de alejar los miedos. Reía en silencio cada vez que los demás decían que él era valiente, pues en verdad él no se consideraba como tal. Y justo en ese momento tenía miedo. Temía caer, temía no ser capaz de llegar hasta el portal, temía defraudar a todos los que lo llamaron “el elegido”.
Estaba distraído.Había bajado tantas rocas, que ahora continuaba por inercia, sumergido en sus pensamientos felices. No era necesario ver lo que había debajo de él, ya llegaría el momento para eso, en el que tendría que sumergirse y nadar hasta el fondo.
De pronto, de su mente desaparecieron sus padres, Hanna, todo.
—¡Massimo, cuidado!
De nuevo esa advertencia, la había escuchado en clase, se la dijo Amaru en la mansión, ahora era…
—¡¡¡Massimo!!!
Una enorme ola se acercaba a él y cuando volteó y la miró, lo golpeó estrellándolo contra las rocas.
—No, no, no, no puede ser – Elisa lo buscó pero entendió que ahora estaba bajo el agua.
Se sumergió para continuar buscándolo y vio a una sirena nadando rápidamente hasta el fondo. Elisa sintió que un terrible frío le invadía el cuerpo. Persiguió a esa sirena, nadó lo más rápido que pudo, pero un grupo de medusas se interpuso en su camino. No lo podía creer, había perdido de vista a la sirena, apuró su nado y logró verla de nuevo, siguió tras ella y cuando estuvo muy cerca, la agarró por la cola. La sirena la miró con desagrado y Elisa con un gesto se disculpó… ella no tenía a Massimo.
Se sentía frustrada y culpable, no debió haber aceptado ir hasta allá con el muchacho. Ahora debía conseguirlo y rápido, antes de que muriera ahogado. A pesar de que en la superficie el mar estaba agitado, abajo parecía sereno. Elisa podría conseguir al chico si se calmaba un poco, pero le estaba costando mucho, sobretodo por lo que vio en ese momento: una figura de caballo con cola de pez se acercaba velozmente. Era un Kelpie, un caballo marino maligno. Sus ojos rojos como sangre resaltaban entre sus enredadas crines, verdes como las algas y unos colmillos inmensos sobresalían de su hocico. No podía permitir que consiguiera a Massimo antes que ella, pues si lo hacía, lo más probable sería que lo devorara. Elisa se escondió tras unos corales para que el Kelpie no la viera, pero notó que alguien más estaba ahí… “Massimo” , pensó la sirena con alegría.
¡Sí, él estaba ahí! Había quedado atrapado entre esos corales. Su rostro dejaba ver las marcas del golpe que se dio contra las rocas. Elisa revisó su pulso y sintió un gran alivio al notar que aún estaba con vida. Lo tomó con fuerza y bajó hasta llegar a lo más profundo del mar. Sabía que debía apresurarse, pues el Kelpie aún merodeaba por ahí. Por fin llegó a donde debía, abrió el portal con un movimiento de su mano y cuando estaba entrando, sintió un gran dolor. El Kelpie le había mordido la cola, tratando de hacer que ella soltara al muchacho. La sirena soportó el dolor y nadó lo más rápido que pudo, no quiso mirar a atrás, sólo quería llegar pronto a la superficie para poder auxiliar a Massimo como era debido. La herida que le había hecho el Kelpi era muy profunda e iba dejando una estela de sangre por donde pasaba. Sentía que perdía la fuerza, pero ya faltaba poco, no se podía rendir. Siguió nadando, aguantando con inimaginable fuerza ese dolor hasta que, finalmente, llegó a la superficie.
En ese lado, el mar permanecía calmado, era lo único bueno que le había pasado hasta ahora. Pronto llegó a la orilla con Massimo. Apenas tocó la arena desapareció su cola y le dio paso a sus dos piernas, pero no se había librado de la herida.… la mordida del Kelpie se veía en su pie y pierna derechos, pues ese fue el lado de su cola que más había sufrido.
Elisa le dio respiración boca a boca a Massimo y al ver que reaccionaba expulsando parte del agua que había tragado, ella se dejó caer. Estaba cansada y había perdido demasiada sangre. Massimo abrió los ojos. No estaba seguro de dónde se encontraba, pero recordó todo; no sabía si aún estaba en el DoorVille real, pero al ver el mar tan sereno, dedujo que ya no estaban en el mismo sitio, pues antes las olas eran insoportables y ahora el agua ni se movía. La cabeza le daba vueltas (los golpes que se dio con las rocas del risco, no habían sido cualquier cosa). Al voltear a un lado, vio a Elisa tirada en la arena y entendió que no había sido el único herido durante el trayecto.
Se quitó la chaqueta y la rasgó, tratando de crear una venda para la herida de la sirena. Con el vendaje que le hizo, el sangrado debía detenerse. Sólo debía esperar un poco, pero sabía que igualmente eso no calmaría su dolor. Revisó el lugar tratando de conseguir una forma distinta para llegar al pueblo, pues a pesar de tener el clima y la marea a su favor, sabía que Elisa no podría esforzarse mucho con esa herida tan grande. Pero era inútil, no había manera de salir de ahí, a menos que subieran por el risco.
Esperó a que Elisa despertara y mientras lo hacía, vio a un hermoso caballo negro saliendo del agua. Massimo se extrañó: ¿cómo un caballo podría estar saliendo del mar?... , pero después pensó en la posibilidad de que la playa tuviera otro lado y el caballo viniera de ahí; si se montaban encima de él, lo más seguro es que los llevara hasta ese otro lugar, por lo que sacudió con delicadeza a Elisa para que despertara.
—Elisa, despierta.
El caballo estaba muy cerca de ellos.
—Elisa, por favor despierta, ¡vamos!.
La sirena comenzó a reaccionar y cuando vio al caballo acercándose a la orilla, agarró con fuerza a Massimo por el hombro. Y le susurró una advertencia:
—¡Massimo, ese es un Kelpie! No dejes que se te acerque.
—¿Qué?- preguntó Massimo sin entender.
—Es un monstruo marino. ¡¡¡Corre!!!
—No… a ti no te dejaré.
Massimo cargó a la sirena y se la llevó a una especie de cueva que había visto mientras revisaba el lugar, la cueva era muy pequeña, así que el Kelpie no podría hacerles daño. El animal se acercó a la cueva, pero al ver que no podría atrapar al chico se dio media vuelta; Massimo no pudo ver si había ido de regreso al mar, pero pensó que así había sido. Se asomó y echó un vistazo, no había nadie en la playa… tendría que comenzar a subir.
—Elisa, te tendrás que quedar aquí sola, pues no creo que puedas subir ese risco.
Elisa lo miró y le dijo:
- —Tienes razón, así no podré… Pero, ¿estás seguro de que podrás lograrlo solo?
- —Tranquila, ya tengo un plan. ¿Tú estarás bien?
- —Sí, créeme, tú ve. Dentro de un rato me sumergiré nuevamente en el agua y poco a poco las heridas desaparecerán. Nos vemos cuando todos sean libres.
Massimo sonrió, salió de la cueva y comenzó a escalar, pues quería llegar pronto al pueblo. Subir fue muy fácil. El camino hacia el pueblo se hizo un poco largo, pero valía la pena. Ahora sabía lo que tenía que hacer. Esperaba que las cosas no se siguieran complicando.
En el otro lado, los guardianes que acompañaban a Vivian, Rosa y Amaru quisieron ir a echar un vistazo en la casa donde habían estado. La chimenea permanecía encendida y escucharon voces en uno de los dormitorios. Las dos fueron con cuidado hasta la habitación de donde venía la voz… Se trataba de la señora Brigitte o al menos eso parecía, ya no sabían si podían confiar.
Se quedaron un rato tras la puerta escuchando lo que decía. Sonaba como un rezo y, si así era, difícilmente podía ser un cazador, pero de igual forma debían ser precavidas. Decidieron ir a buscar a los chicos y llevarlos hasta la casa para que ellos las ayudaran a descifrar si era un cazador o si realmente era la señora Brigitte.
—En aquella casa hay alguien, tiene la apariencia de una mujer mayor, supuestamente de la señora Robertson, pero tememos que pueda ser otro impostor disfrazado —les explicó Rosa a los chicos.
—Brigitte, ¿dices que crees que puede ser Brigitte? – preguntó Vivian con emoción.
—Sí, eso fue lo que ella nos dijo cuando llegamos, pero mira lo que nos pasó… los supuestos Mika y Michael no eran más que dos asquerosos cazadores, y quién sabe si esta también lo es –respondió Amaru con resentimiento.
Vivian se detuvo al escuchar esto. Todos la imitaron y Daniel preocupado le preguntó:
—¿Qué sucede? ¿Por qué te pones así?
—En verdad espero que sea Brigitte, pero me costará mucho decirle lo que pasó con Mika y con Michael… En verdad espero que hayan corrido con suerte.
Todos se sintieron dolidos por esas palabras, ya se imaginaban que su destino no terminó siendo el mejor. Daniel pasó su brazo por los hombros de Vivian y la animó a continuar el camino diciéndole:
—Todos hemos pasado por malos momentos y hemos perdido a muchos de nuestros seres queridos, pero créeme, falta poco para que lleguen los buenos tiempos.
Rosa dejó mostrar una pequeña sonrisa al escuchar las palabras de Daniel, ella también tenía fe y sentía que pronto todo cambiaría.
Llegaron a la casa, todo estaba silencioso, se asomaron a la habitación y vieron a la mujer dormida en la cama. Antonio les dijo en voz muy baja:
—Creo que sí es quien dice ser. Los cazadores no duermen y si me dicen que antes estaba rezando…entonces debe ser la señora Brigitte.
Vivian suspiró, se asomó de nuevo para verla y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Fue lo más parecido a una madre para mí y ellos eran como mis hermanos.
Rosa de inmediato abrazó a la chica, le acarició el cabello y susurrándole dijo:
—Tranquila, ya verás que todo se va a resolver, Brigitte está bien y tú volverás a ver a tu madre.
Todos estaban agotado, no tenían mucho qué hacer más que esperar a que Massimo y Elisa lograran el objetivo.
—Quedémonos aquí esta noche -dijo Amato- al menos nos resguardaremos del frío y en la mañana podremos hablar con la señora.




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