En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 27 ago 2019
- 6 Min. de lectura
Capítulo XXVI
El Secreto en el Amuleto
Massimo sacó la espada que aún estaba clavada en el estómago de la bruja y comenzó a luchar contra los cazadores; los guardianes no permitieron que se escaparan de Massimo, el único que pudo hacerlo fue Rail, quien era diferente, pues podía transportarse de un lugar a otro. Ellos no le prestaron atención. Si ya se había ido, no había nada qué hacer más que continuar con los que tenían al frente. No fue difícil devolver a todos esos cazadores al inframundo; la espada de Zeus sólo necesitaba rozarlos para llevárselos a ese lugar.
La bruja aún continuaba tirada en medio del círculo de velas y ahora se podía apreciar cómo era en realidad,. Y la imagen de aquella hermosa mujer treintañera ahora lucía, además de arrugada, prácticamente deforme,. La maldad que había en su interior era lo que ahora se reflejaba en su cuerpo y en su rostro, pero… aún no estaba muerta.
—Todavía vive y debemos estar atentos. En cualquier momento podrían volver los cazadores —dijo Antonio.
—No, eso no sucederá – dijo Vivian, mientras Massimo la liberaba de las cadenas—ella está viva, pero ya no hay magia dentro de ella.
Todos la miraron queriendo saber más.
—Sólo véanla, lo único que le queda de la oscuridad con la que vivió durante todos estos años… son sus marcas.
La bruja se retorcía de dolor en el piso y Vivian la miraba con tristeza.
—Cada vez que la veía recordaba a mi madre. Nunca la pude odiar porque su rostro era exactamente igual al de la mujer que más he amado.
El silencio reinaba en la mansión, sólo se escuchaba el débil quejido de Verónica quien se arrastraba hasta los pies de su sobrina.
—Me mantuviste toda una vida creyendo que si hacía lo que me pedías, me llevarías de regreso con mi madre— la voz de Vivian iba aumentando de tono con cada palabra— nunca tuvimos un trato real, pues nunca cumpliste con tu parte. ¿Qué lograste con todo esto?
Verónica tomó a Vivian por la pierna y trató de levantarse apoyándose de ella. Jadeaba de dolor pero hizo un gran esfuerzo por hablar.
—Yo… nunca quise… perdonar a nadie… por favor no cometas mi error… perdóname—suplicó y soltó la pierna de su sobrina, abrió su mano y la alzó lo más que pudo tratando de mostrarle lo que tenía en ella, pero no aguantó mucho más, su mano cayó y ella murió.
Quedaron sorprendidos con las palabras de Verónica. Había pedido perdón, mostrando su arrepentimiento justo antes de morir.
Ojalá aquello que había caído de su mano les sirviera de algo, pues ahora tenían más problemas. Centenares de personas estaban atrapadas en un mundo donde el miedo era el mayor gobernante.
Massimo por fin reaccionó y fue a soltar a sus amigas, quienes aun estaban atadas. Las dos se levantaron rápidamente y fueron a acercarse al cuerpo de la bruja.
—Déjame ver eso—dijo Amaru refiriéndose al pequeño objeto que les dejó Verónica.
Era un cofre de plata. Por el sonido que se produjo al sacudirlo contenía algo, pero estaba cerrado con llave y no querían romperlo por temor a la importancia que pudiera tener, así que revisaron a la bruja… notaron que tenía una cadena y en ella colgaba una pequeña
llave. De inmediato la arrancaron y con ella abrieron el cofre... una roca de color rojo brillante, que parecía estar partida a la mitad, se hallaba en su interior.
—¿Qué es?... –se preguntó Amaru– parece que antes colgaba de algo, seguramente de un collar. Miren – les dijo señalando los bordes de la piedra.- antes algo la rodeaba y también le falta otra parte…
Rosa se acercó para poder ver bien, y dijo:
—Sí, parece ser parte de un amuleto.
—Vivian, ¿crees saber qué significaba este… amuleto para Verónica? -preguntó Massimo ansioso.
—La verdad, no, no sé mucho de sus cosas y me temo que no tengo cómo ayudarlos. Sé que aún está el problema con las personas del pueblo, pero no sé qué se debe hacer para salvarlas.
No tenían ninguna información nueva, sólo un pedazo de piedra que quién sabe por qué les había dejado la bruja. Así que salieron de la mansión y caminaron hasta la cabaña. Tal vez la puerta permanecía ahí; en el fondo sabían que no iba a estar, pero no perdían nada yendo hasta el lugar. Amato y los otros guardianes, todavía no sabían todo lo que estaba pasando y a pesar de que ellos no preguntaban nada, Rosa les fue explicando todo.
En la cabaña no había señales de ninguna puerta, y el pueblo seguía estando desolado. Tal y como se lo habían imaginado, las personas quedaron atrapadas en aquel otro DoorVille. No querían perder la calma, así que se sentaron a meditar el asunto.
—Parece que Verónica se arrepintió de lo que había hecho y justo después de pedir perdón, sacó esa piedra…- dijo Rosa quien pensaba en voz alta. —Oh, lo siento. – dijo ella al ver que todos la miraban escuchando sus palabras.
—No, está bien, tienes razón. Si sólo tenemos esa pista, debemos utilizarla—dijo Daniel.
Amato miró a su hermano entendiendo lo que había dicho.
—Denme esa piedra. Sé quién nos ayudará.
Ninguno lo cuestionó, sólo le dieron la piedra y Amato desapareció, transportándose hasta el lago donde había visto antes a la sirena. Se sentó en la orilla y la llamó:
—¡Elisa, ven por favor!
La volvió a llamar pero no conseguía respuesta.
No quería estar mucho tiempo cerca del lago. Las sirenas no eran las más amistosas, y es que a pesar de que eran amigas de las hadas, a los únicos hombres a los que no ahogaban eran a aquellos de quienes se enamoraban. Pero Elisa era diferente, ella no tenía ese instinto de ahogar a los hombres que se le acercaban, más bien solía hacerse amiga de todos y prefería estar fuera del agua.
Siempre había ayudado a los guardianes a planear sus ataques, ella tenía un don especial y era eso lo que Amato necesitaba en ese momento. Por fin vio la silueta de la sirena y antes de que ella emergiera del agua, él dijo:
—Elisa, necesito que veas esto.
Otra sirena había emergido del agua y, a pesar de ser tan bella como Elisa, Amato se asustó cuando la vio, como si se tratara de un monstruo
—¡No soy Elisa y tú no eres mi enamorado!
El chico se levantó rápidamente y trató de alejarse. Sus intentos de huir fueron en vano, pues la sirena lo sostuvo por el pie y dijo chillando:
—¿Qué es lo que buscas hombrecito?
Amato sintió como si se le fuera a salir el corazón del pecho y al mismo tiempo, sintió que alguien lo agarraba por los brazos arrastrándolo hacia atrás.
—Gina, por favor, ¿cuándo dejarán de comportarse como asesinas?— dijo Elisa, quien había llegado a salvar a Amato.
La sirena, miró las piernas de Elisa con asco y le dijo:
—Yo me pregunto, ¿cuándo dejarás de actuar en nuestra contra?
La sirena Gina volvió a sumergirse y se alejó de ellos. Elisa suspiró y movió la cabeza de un lado a otro diciendo:
—¡Estas sirenas! ¿cuándo entenderán que ustedes no nos quieren hacer daño?
Amato sonrió aliviado al verla. Cuando Elisa estaba fuera del agua, su cola era reemplazada por dos piernas humanas y un manto ligero y de color verde agua la cubría como un vestido.
—Gracias Elisa, creí que no lo contaría.
—Bueno, ya pasó, dime, ¿qué necesitas?
—Esto— dijo él mostrándole la piedra—–Dime, puedes decirme algo de la persona a quien le perteneció.
Elisa tomó la piedra, la encerró en su puño y cerró fuertemente los ojos, respiró profundo e hizo una mueca de desagrado.
—No lo puedo creer…
—¿Qué, qué viste? – preguntó Amato.
—Vayamos hasta ese lugar donde están tus amigos, así podré explicarles a todos.
—Bueno, cada uno viaja a su modo.
—Obvio, Amato. Ve tranquilo, ya sé donde nos veremos.
Elisa se lanzó al agua y su cola de sirena reapareció. Amato al verla en el agua, se transportó de regreso a DoorVille.
De pronto, Amato apareció de nuevo junto a sus amigos.
—Y… ¿dónde está el que nos ayudará?- preguntó Amaru.
—Ya viene, sólo que debemos buscar el lago o río o lo que sea que esté más cerca.
—Me temo que por aquí no hay ninguna de esas cosas. –dijo Vivian.
Amato se preocupó.
—Ella dijo que vendría, que sabía donde nos veríamos.
—¿Y por qué la buscas? –preguntó Massimo– Si te dijo que sabía donde se verían, entonces esperémosla.
Amato asintió con la cabeza.
—¿Y por qué buscas un lugar con agua? – preguntó Amaru con curiosidad.
—Ya lo verás.
Transcurrió más o menos una hora y la sirena aún no llegaba. Los chicos estaban ansiosos.
—Ya Elisa se está tardando demasiado, tenemos que buscarla—dijo Amato con preocupación.
—No debes buscar a nadie… —Elisa había llegado y notó el alivio de su amigo que le preguntó el motivo de su tardanza:
—¡Elisa!¿Por qué tardaste tanto?
—No tienes ni idea de lo que tuve que hacer para llegar aquí… si lo supieras, no me preguntarías nada.
Amaru la miró extrañada de arriba a abajo y expresó con incredulidad:
—¿Es una sirena?
—¡Sí! —respondió Elisa un poco molesta —Y tú eres una sinzienele sin alas y sin cuernos…—agregó, mirándola de abajo hacia arriba—eso es algo nuevo,¿no?
—Y también es algo nuevo que una sirena quiera ayudar, sobre todo cuando hay hombres—replicó Amaru con sutil cinismo.
Los amigos se sorprendieron al verlas discutiendo sin razón alguna.
—Ella, tiene un don, querida Amaru— dijo Daniel, queriendo cortar esa incómoda discusión.
—¿Qué don?— preguntó Amaru con intriga.
Elisa se puso nerviosa con la pregunta de Amaru y evitó que dieran una respuesta específica.
—Bueno, bueno, hablemos de lo que pude ver en esta piedra, que en realidad es un amuleto.
—Lo sabía. –susurró Rosa.
—Es el amuleto del lobo—agregó Elisa, lo cual hizo que todos se interesaran por lo que vendría a continuación.
—Quiero que sepan— prosiguió Elisa— que entiendo todo lo que está pasando y creo que después de que sepan esto, tendrán casi todo resuelto.




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