En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 22 ago 2019
- 7 Min. de lectura
Capítulo XXIV
Conectados
Oscuridad y frío eran las características principales de ese lugar, el resplandor plateado de la luna era la única luz que se podía encontrar. Los jóvenes corrían, tratando de alcanzar a aquel hombre que les había arrebatado sus armas mientras ellos dormían.
Mientras corrían, trataban de pensar en cómo recuperar sus armas, pero antes de que Antonio pudiera crear un plan, Daniel se adelantó, se escondió tras un arbusto sin avisarles y en lo que el corpulento hombre pasó por ahí, el chico se le abalanzó encima haciéndolo caer.
—¡Amato!, ¡Antonio!, ¡aquí está, apresúrense!
Los chicos se dieron cuenta de lo que había hecho el escurridizo Daniel. El hombre forcejeó con el joven y mientras lo hacía, logró sacar un cuchillo que tenía escondido y se lo clavó en el hombro al muchacho. Amato llegó primero que Antonio, con una mano le sacó el cuchillo del hombro a su hermano y con la otra sostuvo con fuerza al sujeto.
- —No es muy buena idea meterte con tres sabiendo que tú eres sólo uno. – dijo Antonio, al ver que el hombre estaba cabizbajo y paralizado por la fuerza con la que Amato lo sostenía.
—¿Te encuentras bien, Daniel? – preguntó Amato con seriedad.
—Sí, tranquilo, no fue más que un rasguño.- respondió Daniel despreocupado.
—Bien. Entonces ahora sólo necesitamos, que nos entregues nuestras armas. – dijo Antonio, dirigiéndose al guerrero ladrón.
Amato por fin lo soltó y este los miró avergonzado.
—Están cerca del lago. – respondió el hombre
—¿Por qué hiciste esto?, necesitábamos de tu ayuda y nos traicionaste; dijiste que habías visto al chico con las hadas, que nos ayudarías a encontrarlo ¿y lo que hiciste fue quitarnos todo y arrojarlo? – preguntó Amato defraudado.
El hombre no sabía qué decirles.
—Lo siento, no sé que me pasa a veces.
—¿Que lo sientes?, ¿estás seguro de que es lo único que puedes decir?–La decepción invadía a Amato – Vámonos, estoy seguro de que aquí no está Massimo.
Los chicos se dieron media vuelta y se alejaron del hombre.
—¡La oscuridad invadió este lugar, por si no lo sabías! – les gritó el sujeto mientras ellos se alejaban– Inevitablemente, hasta un guerrero protector puede sentirse atraído, cuando es lo único que hay alrededor...
—Tonterías, perdió la cabeza. No vale la pena escucharlo -dijo Antonio en voz baja, al notar que Daniel se interesó en lo que decía el hombre.
—...¡Pero al estar tan cerca de esa oscuridad, también puedes ver y sentir cosas diferentes a las que antes percibías! – continuó gritando el hombre.
En ese momento, Daniel se detuvo y Amato y Antonio lo imitaron. El hombre continuó, pero esta vez sin gritar. Ahora hablaba calmado y con voz melancólica:
—Ya no sientes la preocupación de las personas cuando necesitan de ti; ahora sientes la felicidad de los ingratos cuando logran su objetivo. Es como si te llamaran
para formar parte de su celebración… No mentí cuando dije haber visto a ese Massimo y a las hadas que lo acompañan. Pues en cierta forma los vi, cuando alguien los encerró con una bestia.
—¿¡Dónde están!?- preguntó con ira Amato.
—Creo que están en DoorVille.
Los chicos se preocuparon al escuchar esto; DoorVille era el único lugar por el que se podía entrar al inframundo sin estar muerto y de la misma manera, los seres ocultos que habitan en el inframundo de Hades podrían entrar a ese pequeño pueblo si alguien era capaz de abrir esa ‘‘puerta’’. Sin siquiera echarle un último vistazo al solitario hombre, los tres desaparecieron y se transportaron hasta DoorVille.
Al llegar al pueblo, lo primero que sintieron fue el viento helado azotándoles la cara; por suerte estaban abrigados con sus chaquetas, pero no los mantendrían calientes por mucho tiempo. El lugar lucía sombrío y desierto. No había rastros de ningún habitante y primero pensaron que estarían resguardándose del frío en sus casas; pero luego notaron que todas las casas y también los pequeños comercios, estaban abandonados. Parecía un pueblo fantasma.
Se quedaron parados en medio de la plaza del pueblo mirando hacia todas las direcciones, pero tampoco había rastro de ninguno de sus amigos. Resultaba común que los guerreros protectores sintieran el llamado de las personas cuando los necesitaban. Y en ese momento, Daniel, que era el más sensible de los tres, se estremeció cuando alzó la mirada y vio la lejana mansión ubicada en la cima de la montaña.
—Hacia allá, debemos ir a ese lugar – dijo el chico muy seguro de sus palabras.
Antonio lo siguió, pero Amato dijo:
—Adelántense ustedes, yo debo regresa,… se nos olvidaron las armas.
Daniel y Antonio solo hicieron señas, para demostrar que habían escuchado sus palabras y siguieron caminando; por su parte, Amato volvió a desaparecer y a aparecer en el mismo sitio oscuro donde antes estaban.
—Veamos, ¿dónde estará ese lago? – se dijo a sí mismo.
No le costó mucho encontrar el lago, buscó las armas, pero no las consiguió.
—Ese… idiota, nos mintió, las armas no están aquí.
El chico se dejó caer de rodillas frente al río y cuando alzó la mirada, vio a una hermosa sirena que emergía del agua.
—Tranquilo Amato, debes contener tu ira. –dijo la sirena – Aquí están tus armas, las tomé para que no se volvieran a extraviar.
—¡Elisa!, tiempo sin verte. ¿Qué haces por estas aguas?… sé que todo este mundo fue tocado por la oscuridad.
—Amato, por favor, sabes que el agua siempre es sinónimo de pureza; si pudiera bañar todas estas tierras con un poco de esta dulce agua, todo el mal se ahogaría y se reinventara el mundo.
Amato la miró y pensó: ‘‘ojalá pudiéramos hacer eso’’. Y la sirena, como si hubiera podido leer los pensamientos del joven le dijo:
—Sí , yo también he pensado en que sería fantástico poder hacer eso, pero no todos los mundos están vacíos como este y no queremos ahogar a todos los seres vivos. Al fin y al cabo, no todos son malos.
—Tienes razón Elisa. Bueno, gracias por guardarme esto, ahora debo irme.
—Y ¿a dónde vas?... sólo para saber.
—A DoorVille. –respondió el joven con pesar.
—Oh, ya veo. No creo que sea el mejor lugar en estos tiempos. Te deseo suerte. Si tienes algún problema, sabes cómo encontrarme.
—Claro que sí. Adiós.
La sirena se sumergió de nuevo en el lago y pronto Amato se hallaba de vuelta en DoorVille. Tuvo que correr para alcanzar a su hermano y a su primo y también para entrar en calor.
—¡Espérenme!, aquí estoy. – dijo el jadeante Amato. -¿Qué han visto?
—Hasta los momentos, nada. Este lugar está desierto. – respondió Antonio.
—Ya estaban en el sendero de la montaña, muy cerca de la cabaña de la bruja y Daniel no tardó en notarlo.
—Este lugar está cargado de oscuridad, pero… allá arriba es donde nos necesitan.
—Daniel, ¿estás seguro?- preguntó Amato.
—Por favor, sólo síganme, sé lo que les digo. Y ustedes como que han perdido mucho, no entiendo cómo no lo sienten.
Siguieron caminando. Si Daniel estaba tan seguro, ellos lo seguirían. Después de todo, no había nada qué perder, llevaban días tratando de encontrar a Massimo y a las chicas y hasta ahora no habían conseguido nada. Llegaron a la mansión y fue en ese momento que Antonio y Amato sintieron lo que Daniel había dicho antes. En ese lugar se encontraban sus amigos y en verdad los necesitaban.
Sin dudarlo un segundo y sin saber lo que les esperaba ahí dentro, abrieron de golpe las puertas de la mansión. Los cazadores voltearon extrañados y al ver a los tres guardianes sonrieron todos de la misma manera; era una sonrisa torcida como burlándose de la valentía que los chicos se atrevían a mostrar. Rosa y Amaru estaban amarradas en una esquina, Vivian continuaba colgada y miraba con horror la escena, Verónica sostenía la espada de Zeus y la apuntaba amenazadoramente hacia Massimo, quien estaba arrodillado frente a ella.
Rail encabezaba al grupo de cazadores ahí presentes, el mismo que Amato había “destruido” en la ciudad. Habían logrado abrir la puerta al inframundo, y por eso aquel pueblo estaba lleno de esos cazadores; la espada de Zeus, no serviría de nada, pues si los
enviaban de regreso, ellos volverían sin problema. Amato entendió que la bruja debía morir y después de ella, podrían encargarse de los cazadores.
—Ni crean que será tan fácil matarme. Ya tengo al tan ansiado y apuesto elegido, sólo debo clavarle esta espada y verán cómo todos ustedes estarán a mis pies.
Los guardianes hicieron caso omiso a las palabras de la bruja y comenzaron a luchar contra los cazadores, mientras trataban de acercarse a la temible mujer, pero esta al ver la osadía de los chicos, empuñó con furia la espada y se la clavó en el pecho a Massimo.
La risa de la bruja inundó el lugar. Rosa cerró con fuerza los ojos y soltó un grito desgarrador, Amaru contuvo la respiración, le parecía estar en una pesadilla, no podía ser verdad que esa bruja hubiera podido acabar con el elegido. Massimo aún estaba arrodillado, sostenido por la espada clavada en su pecho y podía sentir el metal frío que lo atravesaba quitándole la respiración. La bruja sacó bruscamente la espada y la lanzó en el piso. El dolor desapareció. Massimo sintió como si nada le hubiera pasado, se sentía mareado, confuso, pero en verdad no sentía dolor. Al mirar la espada que había caído cerca de él, notó que no tenía rastro de sangre, pero nadie más pudo notarlo, la espada de Zeus nunca lo podría herir, pues Massimo era su portador y ésta le era fiel.
El chico vio que todos estaban distraídos después de tan dramático momento y el aprovechó la oportunidad para tomar con cuidado la espada que había quedado en el piso; sabía lo que debía hacer para poder luchar con éxito en contra de los cazadores: ¡la magia negra debía desaparecer de aquel pueblo!
Ya Amaru había esparcido el polvillo negro encima de la bruja, pero no había funcionado, así que sólo había una cosa qué hacer...
— No me siento orgulloso de lo que haré - dijo con un tono de voz lo suficientemente alto como para que la bruja lo escuchara y cuando ésta reaccionó, él dijo con fuerza: - ¡Pero debo hacerlo!
Massimo atravesó el estómago de la bruja con la espada, y la cara de la mujer se fue desfigurando poco a poco; ésta aún usaba la poca fuerza que le quedaba para tratar de
sacarse la espada, pero la herida la dejó muy débil. Los cazadores comenzaron a huir,pues sabían que si Massimo los hería con la espada de Zeus, volverían al inframundo y sin la magia de la bruja, no podrían volver a escapar. La bruja al verlos escapar les gritó con un hilo de voz:
- —¡Cobardes, vuelvan acá y ayúdenme!
De igual forma, los guerreros los contuvieron. Esos cazadores no podían insertar miedo en ellos y ahora tampoco en Massimo, pues ya lo habían hecho una vez, y el chico sabía que no debía dejarse atrapar y sólo tenía que luchar.




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