En Busca de Sirius: Las puertas de DoorVille
- rafaelaescribe
- 21 ago 2019
- 7 Min. de lectura
Capítulo XXII
Mentiras
—Hermana, perdóname –Verónica lloraba y abrazaba con fuerza a su hermana gemela Viviana.
- —Tranquila, sé que en verdad has cambiado y estoy orgullosa de ti por eso. Siempre esperé este momento –Viviana también lloraba, pero de alegría por saber que había recuperado a su hermana.
- —Pasé por mucho. Me escondí durante un gran tiempo de la policía, gasté dinero yendo con brujos y haciendo rituales hasta que entendí que tenías razón, nada de eso es real y si lo es, no es en lo que debería enfocarme.
- —Oh, Verónica, ojalá me hubieras escuchado desde un principio… Pero ya, dejemos de hablar de esas cosas, lo que importa es que ya estás de vuelta y así podremos estar juntas para siempre como lo habíamos jurado de niñas.
- —¡Mamá! -se oyó el llamado de una niña desde el interior de la casa.
- —Bueno, pasa así conocerás a tu sobrina -dijo Viviana secándose las lágrimas y dándole un beso en la mejilla a su hermana.
- —Mamá, ¿dónde está mi libro?
- —Vivian, saluda a tu tía Verónica.
La niña se quedó perpleja mirando a su tía.
- —Wow, sí que son idénticas.
- —Y tú sí que eres linda…-dijo Verónica –Y cuéntame, ¿qué estás leyendo?
- —Oh nada, sólo es algo de la escuela - respondió la niña.
Había sido una hermosa tarde, las tres tenían mucho de qué hablar y Vivian estaba particularmente complacida, nunca había visto a su madre tan feliz. Ella siempre le hablaba de su hermana y de lo especial que era.
Pasó el tiempo, Verónica ya iba a cumplir un año en casa de su hermana. Cierto día Viviana se fue a trabajar y Vivian se quedó en casa con su tía, como solían hacerlo los días que la niña no tenía clases.
—Vivian, ¿qué te parece si hoy hacemos algo diferente?
—Diferente ¿cómo qué, tía?
—Hagamos... un poco magia— respondió ésta pícaramente.
—¡Sí! —respondió la niña emocionada— Hagamos un truco de magia, pero me tendrás que enseñar.
—Está bien, qué bueno que te guste la idea, pero no es sólo un truco, será magia real.- Dijo Verónica con una sonrisa que a Vivian le causó miedo.
—¿Magia real?
—¡Sí!, ¿no me digas que no crees en la magia?
—Bueno, no es que no crea, pero… pues… nunca la he visto.
—Por eso te digo, será un día diferente.-
Vivian se asustó un poco, no por la idea de hacer magia, sino por la manera en la que su tía se lo decía, ella se veía muy convencida de lo que quería hacer y por sus palabras definitivamente no quería hacer un simple truco con monedas y un pañuelo.
- —Yo tengo un amigo que me enseñó algo genial -continuó Verónica- Verás, sólo necesitamos un poco de esto -dijo ella sacando de su bolsillo una botellita con un líquido negro en su interior.
- —Y luego debemos mezclarlo con una gotita de mi sangre y una gotita de la tuya.
- —Tía, me da miedo lo que me dices, no quiero hacer magia. – le dijo la niña con la voz entrecortada.
- —Tranquila, no pasará nada malo, sólo necesito averiguar si lo que me dijo mi amigo es cierto.
- —No tía, no quiero intentar nada de eso -le suplicó la niña, sus ojos grises comenzaron a verse brillantes por las lágrimas que se estaba conteniendo.
- —No llores… verás, para que funcione, necesito que me des voluntariamente esa pequeña gota de sangre- dijo Verónica ansiosa – sólo será una gota, no más.
La niña daba pequeños pasos hacia atrás tratando de alejarse de su tía. A Verónica se le erizaba la piel de la emoción; en verdad quería tener esa gota de sangre, pero sólo si la niña aceptaba dársela, si la cortaba a la fuerza y tomaba su sangre, no serviría de nada.
—Mira, empiezo yo –dijo mostrándole una aguja- ya la tenía preparada pues sé que no te vas a negar. Anda, sólo para matar la curiosidad.
Verónica se pinchó un dedo con la aguja y dejó caer una sola gota dentro de la botellita.
- —¿Lo ves?, no pasa nada, solo una gota, ni siquiera dolió. Y para ver…- dijo revisando con la mirada el líquido dentro de la pequeña botella. –Oh, aun está negro… Tal vez con tu sangre cambie de color.
Vivian quería que su tía la dejara en paz. Pensó que lo mejor sería darle esa gota de sangre que le estaba pidiendo y después seguro se quedaría tranquila y ella podría irse a su cuarto y no salir hasta que su mamá regresara.
- Está bien tía, préstame la aguja.
La niña se pinchó el dedo y dejó caer su sangre dentro de la botella.
El líquido comenzó a hacer burbujas y poco a poco fue cambiando de color, primero se tornó completamente rojo, como sangre, luego pasó a ser azul y finalmente morado.
Vivian miró impresionada lo que había pasado, en verdad fue magia, ¿cómo pasó eso solo con su sangre?
Pero se asustó aun más, ya no podía disimular su miedo corrió para alejarse de su tía, quien no dejaba de ver con deleite la botellita. La niña cerró la puerta de su cuarto, se lanzó en la cama y se arropó con la sábana hasta la cabeza.
—Viiiviaaan —la llamó Verónica.
La manija de la puerta del cuarto comenzó a moverse.
—¿Por qué te encerraste en el cuarto? ¿No quieres seguir jugando conmigo?
La niña estaba temblando, se sentía como en una pesadilla. Deseaba estar con su mamá, pero ésta no llegaría sino cuatro horas después.
—Ya me diste lo que necesitaba- le decía Verónica desde afuera – No vale la pena que te encierres, porque si yo quiero entrar podré hacerlo.
La niña creyó en lo que su tía le decía así que antes de que ésta abriera la puerta ella decidió irse. Saltó por la ventana de su cuarto, pero este estaba en el segundo piso de la casa así que se dio un fuerte golpe al caer.
Se mordió los labios aguantando el dolor pero al escuchar a su tía que la llamaba desde la ventana…
- —Vivian, ¿qué estás haciendo?
La adrenalina en su cuerpo la impulsó a correr, debía correr, no había más nada que pudiera hacer, tal vez corriendo llegara hasta la oficina de correo donde trabajaba su mamá, pero a pesar de que pensara en ello, sería muy difícil, eso quedaba a kilómetros de distancia, revisó sus bolsillos y se sintió como en las nubes cuando notó que no había sacado de ahí su ticket de autobús. Podría subir al primer bus que consiguiera e ir con su madre. Pero…
—Vivian, no vale la pena que te vayas, como te dije, ya me diste lo que necesitaba, ahora, vente conmigo.
Verónica estaba detrás de ella, no era lógico que la hubiera alcanzado, Vivian había corrido muy rápido para llegar hasta ese punto y estaba exhausta, en cambio Verónica solo apareció ahí, no lucía cansada ni agitada.
- — Ven mi niña, de ahora en adelante haremos cosas magníficas juntas.
Verónica agarró a su sobrina y caminó con ella de regreso a la casa. Cuando estuvieron ahí Verónica sacó un bolso en el que metió la ropa de la niña, Vivian la miraba y temblaba.
- — ¿Qué haces? ¿Por qué guardas mi ropa?- preguntaba esta llorando.
- — Haremos un viaje.- le respondía Verónica.
- — Pero mi mamá, debemos esperarla.
- — No, este viaje lo haremos sólo nosotras dos.
- —Yo no quiero irme sin mi mamá. – decía la niña entre sollozos.
Verónica cansada del llanto de la niña le gritó:
- — ¡¡¡Pues haz como si fuera tu mamá, después de todo, somos "idénticas"!!!
- — ¡¡¡NO!!! ¡No se parecen en nada! ¡Tú eres mala!- gritó Vivian.
Verónica la miró desafiante y le dijo:
- — Sí, soy diferente, por fin alguien lo nota.
Vivian no sabía qué hacer, rezaba para que su mamá llegara antes de lo normal.
- — Ahora cállate, que nos pueden oír y no queremos que nos echen a perder nuestro viaje.
¡Sí!, ¿cómo no lo había pensado antes?, tenía que gritar más, tal vez alguien la escucharía e irían a ver qué pasaba.
- —¡¡¡Ayudaaaa!!!- gritó Vivian. –¡¡¡Ayúdenme por favor!!!
- —¡Qué tonta eres!
Verónica había terminado de guardar las cosas. Sacó la botellita de su bolsillo y le dijo a Vivian:
- —Ahora prepárate para ver magia real.
La niña cerró fuertemente los ojos, no quería ni imaginarse lo que vendría ahora. Verónica roció el líquido encima de las dos, Vivian sintió que la jalaban hacia el piso, no podía abrir los ojos, sintió un frío en el estómago que le llegaba hasta la garganta y cuando por fin supo que todo había acabado, abrió los ojos… Miró impresionada a su alrededor, ahora ambas estaban en una cabaña y al ver por la ventana entendió que se encontraban muy alejadas de la ciudad.
—Esta es tu nueva casa— dijo Verónica—si quieres volver a ver a tu mamá, será mejor que te portes bien.
Vivian sentía que estaba en una pesadilla y en realidad deseaba estarlo para poder despertar pronto.
—Las reglas son: nunca salgas de la cabaña, no quiero gritos ni llantos estúpidos y cada vez que necesite una pequeña porción de tu sangre tendrás que dármela. –Verónica hizo una pausa mientras le lanzaba una mirada amenazadora – De lo contrario, nunca verás de nuevo a tu madre... ¡porque estará muerta!
De los ojos de Vivian caían lágrimas una detrás de otra, trataba de contenerlas, por lo que tenía un inmenso nudo en la garganta que no le permitía tragar.
No entendía cómo es que su tía estaba haciendo algo como eso. Era una bruja y no una de las buenas.
En la tarde Viviana regresó del trabajo, no se preocupó al conseguir la casa sola pues se imaginó que Verónica había llevado a Vivian a dar un paseo. Pero se fue haciendo tarde y la preocupación la empezó a invadir.
Fue a casa de los vecinos, preguntando si por casualidad las habían visto, pero no supieron decirle nada.
Ya era medianoche y no aparecían, decidió llamar a la policía, le dijeron que debía esperar veinticuatro horas para poder reportarlas como desaparecidas, pero que de todas formas estarían pendientes.
Al entrar una vez más al cuarto de su hija, notó algo, las gavetas del closet estaban abiertas y la poca ropa que quedaba en ellas, desordenada.
No lo podía creer ¿por qué las gavetas estaban vacías?, revisó bien y vio que faltaba un bolso grande que solían usar como maleta cuando iban de vacaciones.
No sabía qué pensar, pero estaba segura de que su hija no había huído de casa, así que sólo quedaba…
- —Verónica… — dijo con un hilo de voz.
Sintió como si su corazón no tuviera suficiente fuerza para continuar latiendo, su cabeza le comenzó a dar vueltas, como pudo, corrió a la sala, tomó el teléfono y volvió a llamar a la policía, pero esta vez les dijo:
—Creo que mi hermana secuestró a mi hija.




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