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En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille

Capítulo XIX


Muerto en Vida


Massimo avivaba el fuego de la chimenea con la leña que el señor Robertson había dejado en el jardín. Amaru y Rosa llevaban rato viendo asombradas la manera en la que Massimo hablaba y ayudaba a aquel hombre.

- —Señor Robertson, teníamos entendido que usted había muerto.- le dijo Massimo al viejo.

- —Ojalá estuviera muerto. Preferiría estarlo antes de vivir de esta manera.

- —¿Usted podría decirnos qué le pasó?. La gente en el pueblo no quiere ni nombrarlo. Supimos del lugar por un folleto en un hotel; pensándolo bien, no tiene sentido si no desean que vengan. La foto de su mansión es el centro de atención del panfleto.

- —Yo lo entiendo perfectamente. ¡Todo fue bien planeado por esa bruja!.

Amaru apretó la mano de Rosa al escuchar esto y Massimo aprovechó de preguntarle:

- —La cabaña a la que usted fue… ¿Es de la bruja? ... esa mujer que le entregó la leña...

El hombre no dejó que Massimo terminara de hablar y con los ojos empañados se lamentó:

—Mi hija, mi pobre hija… Esa… bruja, es la responsable de todo lo que ha pasado. Al viejo se le salió una lágrima y habló con voz entrecortada- Mi hermosa familia, mis hijos, mi esposa, eran todo lo que tenía. No quería más nada sino cuidarlos… y esa… me arrebató mi mayor felicidad. Sólo me da la madera en el invierno para mantener vivo mi sufrimiento.

—Pero usted, ¿cómo sobrevive?, ¿Ella le suministra la comida?

—¡No! Ella es un monstruo, quiere mantenerme con vida, sufriendo y nada más. Sólo una persona se ha atrevido a subir la colina. Poco después de la tragedia, esta persona vino hasta acá, me dijo que no me haría bien estar solo en la cima de la montaña; me pidió que me fuera con él, dijo que su esposa y él me recibirían con agrado en su casa. Pero yo no pude dejar mi hogar. A pesar de estar solo, sentía que debía quedarme aquí hasta que llegara el día de mi muerte.

Massimo sentía que el hombre no estaba siendo del todo sincero. No entendía lo que el hombre le decía, pero seguía escuchándolo; sabía que más adelante le serviría toda esa información. Así nada fuera cierto.

- —Ese hombre comenzó a venir casi a diario a traerme comida, durante al menos veinte años, después empezó a mandar a su hijo, me imagino que Peter se fue haciendo viejo y le dejó este desagradable trabajo al muchacho.

- —Sebastián, ¿Así se llama el hijo del señor Peter, cierto?

- —La verdad no sé cómo se llama. A diferencia de Peter, el muchacho no entra, sólo me deja la comida en la reja y se va. Imagino que me tiene miedo.

- —Pero, ¿miedo de qué? ¿Y por qué los demás le tienen tanto miedo a venir hasta acá?

- —Por la bruja, todos saben que la cabaña de la bruja está a pocos metros de la mansión.

Massimo quería preguntarle muchas cosas al viejo; aún no entendía por qué la bruja decidió hacerle daño precisamente a su familia. Pero el hombre lucía cansado y Massimo

no quería presionarlo. Los amigos se sentaron en la escalera y observaron al viejo que se recostó en el mueble y se quedó dormido.

—Hay algo extraño en su historia —dijo Amaru en voz muy baja— La bruja, no le va a dar leña sólo porque sí; y si él no quiere seguir vivo, ¿por qué acepta la comida y va a casa de la bruja a buscar la madera para el fuego?.

—Sí, yo también noté que eso no cuadraba en su historia.—dijo Massimo.

—Él debe estar esperando algo, por eso quiere continuar con vida. Tiene esperanza de que algo bueno va a ocurrir.— agregó Rosa.

—Y la bruja fue la que le dio la esperanza –dijo Amaru– pues se va a ver beneficiada por ello; de otra forma, no le importaría si el viejo muriera o quedara por ahí vagando con su soledad.

—Y supongo que estamos aquí para devolver el equilibrio que, seguro, había en este pueblo años atrás, ese equilibrio que tú me dijiste buscaba Sirius.— Massimo parecía comenzar a entender todo mejor. Y continuó:

- — ¡Por eso la bruja se instaló en este lugar! Mientras menos armonía exista, más fácil será crear desesperación entre todos. Si no, sólo observa a los habitantes del pueblo, parecen todos tan amables, pero viven asustados por la bruja.

- —¿Y qué me dices de la chica de la que nos habló Sebastián?... Creo que en verdad conoció a alguien así y lo malo que le pasó, le ocurrió aquí arriba. —agregó Rosa.

Los tres empezaron a armar el rompecabezas para saber qué era exactamente lo que debían buscar o hacer en aquel lugar. El viejo Adam seguía dormido. Massimo les pidió a sus amigas que se quedaran ahí vigilándolo. Él quería ir a ver qué conseguía dentro de la mansión. Subió las escaleras cuyos peldaños crujían débilmente a cada uno de sus pasos. Llegó al segundo nivel, ahí estaban los dormitorios.

Entró a la primera habitación que consiguió; ese debía ser el cuarto de uno de los hijos del señor Robertson. Todo estaba cubierto de polvo y telarañas, pero también estaba todo

muy bien ordenado. Una cama matrimonial bien arreglada, dejaba reposar en su almohada un osito de peluche, lindas muñecas de porcelana rodeaban el cuarto y en la inmóvil mecedora que estaba al lado de la cama, descansaba un pequeño vestido rosa. Massimo también vio un baúl, pero sabía que lo único que podría conseguir dentro, serían los juguetes de la niña.

Luego pasó a la habitación de un niño; lo sabía, porque en vez de muñecas, había pequeños soldaditos de madera y carritos de diferentes tamaños, todo igualmente arreglado y también polvoriento por la falta de uso y limpieza. Estaba dispuesto a seguir revisando, pero...

—¡Massimo!

Escuchó la voz de Rosa que gritaba su nombre con un tono desesperado. Salió corriendo de aquel cuarto y bajo rápidamente las escaleras.

- —¿Qué sucede? – preguntó Massimo agitado.

- —Acabamos de ver a alguien pasando por allá – dijo Amaru señalando el lugar.

Los tres fueron a revisar, no sin antes asegurarse de que el señor Adam aún estuviera dormido. Recorrieron todo el primer piso de la mansión, entraron a la biblioteca y a una gran sala, llegaron a la cocina y no lograron conseguir a nadie. Pero consiguieron una puerta en la cocina que daba hacia el jardín. Amaru abrió la puerta, revisaron el lugar, pero tampoco había nadie afuera.

- —Si alguien entró, ya se debió haber ido- dijo Massimo preocupado.

Volvieron a la sala y el viejo ya no estaba en el sillón. Se dirigieron a la puerta, pero ésta no se abrió. Los tres corrieron al mismo tiempo a la cocina, para salir por la otra puerta, pero también estaba cerrada y no podían abrirla.

En tan solo unos segundos comenzaron a sentir desesperación.

—¿Cómo es posible que de pronto todas las puertas estén cerradas? –preguntó Massimo.

—¡Las ventanas, salgamos por las ventanas!— dijo Rosa casi temblando.

Los amigos fueron a abrir las cortinas para salir por las ventanas, pero éstas estaban selladas.

—¡Máximo! –de afuera de la mansión se oyó una voz conocida por los chicos– ¡Les dije que encontrarían más de lo que buscaban!

—Sebastián— dijo Massimo entre dientes. Luego en voz mucho más alta, casi gritando dijo—¡Tranquilo amigo, que aún nos faltan cosas por conseguir!

Se oyó la burlona risa de Sebastián y luego éste se dijo a sí mismo:

—Pues no se preocupen, que pronto conseguirán todo lo que buscan.

Massimo sacó las armas de su pequeño bolso.

—Bien, ya es hora de que estemos preparados. No sabemos, por qué estamos aquí dentro, así que mejor armémonos.

Después de decir esto, el chico le dio a Rosa el arco y las flechas, a Amaru le entregó la daga y él se quedó con la espada, la que le había salvado la vida dos veces. Rosa lo miró intrigada y le dijo:

—Massimo, estas armas son tuyas, ¿por qué…?

—Astrea me dijo que yo sabría qué hacer con ellas en su momento. Pues en este momento, sé que todos debemos tener algo con qué defendernos.

—Tiene razón – dijo Amaru – No debemos permitir que él lo haga todo solo. Vinimos como equipo, trabajaremos como uno.

Massimo volvió a revisar las ventanas, estaban selladas, pero por fuera.

—Tuvo que haber sido Sebastián la persona a la que vieron mientras yo estaba arriba. Y fue él quien bloqueó las ventanas y las puertas… Pero ¿por qué?

Un aullido de lobo se escuchó muy cerca de ellos.

- —Bueno, al menos tendrá su merecido, parece que hay lobos allá afuera– dijo Amaru casi deleitándose con la idea de que el muchacho fuera devorado por lobos hambrientos. Luego agregó entre dientes—y que se lo coman de a poco, jejeje.

De nuevo el aullido y esta vez acompañado de un fuerte golpe, como si algo muy pesado hubiera caído en uno de los pisos de arriba.

- —¿Qué fue eso?—Rosa se aferró al arco tan fuertemente que se clavó las uñas en sus manos, pero ese dolor que ella misma se causó no era nada en comparación al miedo que sentía.

- —Tranquila, no pasa nada, estamos en una casa vieja, todo se desploma– le dijo Amaru tratando de tranquilizarla.

Massimo observaba con detenimiento cada detalle de la mansión; antes no se había percatado de que el viejo piano tenía rasguños como de grandes garras, al igual que los demás muebles que estaban amontonados al pie de escalera. Las paredes también tenían las mismas marcas y hasta el piso que era de parquet. Quizá no lo había notado, porque como el lugar era tan viejo, debía ser normal que todo estuviera dañado, pero ¿las mismas marcas?... eso no era normal.

No podían quedarse allí sin hacer nada. Massimo les hizo señas a sus amigas para que lo siguieran. La mansión se veía mucho más oscura, ahora que la luz de la luna llena no traspasaba las ventanas a través de las desteñidas cortinas. El fuego de la chimenea ardía y era lo único que les brindaba luz. Massimo sintió cosquillas en el estómago al acordarse de algo:

- —¡La nota! – dijo con aire de triunfo- “Si en verdad lo necesitas ahí estará”. ¡Sí, tal vez consiga algo para abrir alguna puerta!

- —Massimo, en realidad no creo que funcione así — dijo Amaru mirándolo como si fuera un crédulo niño.

- —Bueno, bueno, conseguimos dinero para comer; sé que conseguiré algo que nos ayude ahora.

El chico metió la mano en el bolsito, mordiéndose esperanzado los labios; sintió algo frío y de inmediato lo tomó.

- —¡Ajá, aquí tenemos…!—al extraer el objeto se asombró —¿una linterna?, ¿es en serio?

- —Bueno, bueno - dijo Amaru imitándolo – sin duda eso nos ayudará a no caernos por ahí.

- —Si no conseguiste algo que nos ayudara a salir -dijo Rosa - eso quiere decir que debemos estar acá dentro y para poder salir, primero debemos hacer algo aquí.

- —Tienes razón– dijo Massimo— aquí debe haber algo más que un pobre anciano sin familia.

Recorrieron todo el primer piso de la mansión; era realmente grande y en muchos lugares vieron marcas de rasguños iguales a las que habían notado antes. Consiguieron una estrecha escalera de caracol y supusieron que los llevaría al último piso. Así que decidieron subir. Los tres sujetaban sus armas como si su vida dependiera de ello. Massimo no sabía si era miedo esa ansiedad de descubrir lo que fuera que hubiera en aquel lugar; pero su corazón latía como nunca. Se acordó de sus encuentros con Hanna en los pasillos de la escuela, cada vez que la veía su corazón se aceleraba, pero esta vez no sólo estaba acelerado, también parecía brincar en su pecho.

- —El túnel de las sombras –pensó mientras seguía subiendo las largas escaleras— yo subí estas mismas escaleras en ese túnel, pero, lo que conseguí al final fue…

Massimo había escuchado a sus amigas cuando contaron lo que experimentaron en el túnel, pero era diferente lo que él había visto en aquel lugar; Massimo no se enfrentó a su mayor temor, él sintió que el túnel le estaba mostrando algo que sucedería y efectivamente en ese momento supo a lo que se enfrentarían y no sería tan simple de vencer. Entonces se detuvo. No sabía si debían continuar el ascenso. Tal vez lo mejor sería esperar a que amaneciera para resolver el enigma. Rosa y Amaru lo miraron extrañadas y él se volteó para bajar, pero antes de que pusiera siquiera un pie en otro peldaño:

- —¡¡¡ Cuidado, Massimo!!! — Amaru gritó como nunca lo había hecho, al ver que una extraña bestia se abalanzaba sobre ellos.

 
 
 

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