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En Busca de Sirius: Las puertas de DoorVille

Capítulo XIV


El Miedo


Dicen que el miedo es bueno, pues en muchos casos evita que cometas varias veces el mismo error y también te protege al no permitirte hacer cosas peligrosas, pero a veces el miedo sólo te paraliza, creas una paranoia y no logras distinguir lo que es real de lo que no. Al sentir tanto miedo nada bueno puede pasar.

Massimo, Rosa y Amaru se encontrarían en una situación difícil, donde el miedo sería el principal protagonista y para salir del túnel, deberían vencerlo, pero ciertamente necesitarían mucho más que luz para dejar de tener miedo.

—Massimo, ¿dónde estás?—Rosa buscaba en todas direcciones a sus amigos, pero no había rastro ni de Massimo ni de Amaru. La oscuridad del túnel parecía haber desaparecido, fue como si una pequeña luz se hubiera encendido una vez que este se cerró, pero en cambio sus amigos no le acompañaban ahora. ¿Es que acaso se quedaron en la oscuridad? Rosa comenzó a caminar, pensando en encontrarlos muy pronto.

El túnel estaba cubierto de pequeños charcos de agua sucia, algunos de ellos tan profundos que el agua llegaba hasta los tobillos del hada. Rosa notó que en el suelo había dos rieles, como los que ella alguna vez vio en las ciudades de los humanos, por donde transitaban grandes vehículos a los que llamaban trenes.

—Difícilmente podría pasar uno de esos trenes por aquí – pensó Rosa

Después de un buen rato caminando, vio que alguien se aproximaba a ella, era alguien con alas y pequeños cuernos en la cabeza.

—¡Amaru!

Rosa corrió hasta ella, sintiendo un gran alivio por haber conseguido a uno de sus compañeros, pero al tenerla ya muy cerca prefirió no haberse acercado tanto a ella. Amaru lucía diferente, parecía una sinzienele más, sus ojos estaban llenos de odio y una macabra sonrisa se reflejaba en sus labios.

—Amaru, ¿qué te sucede? ¿por qué estás así?

Amaru le respondió hablándole no con voz burlona y pedante como solía hacerlo, sino con una voz monótona y tenebrosa

—Tranquila Rosa, soy simplemente yo, tu hermana sinzienele, sólo que por fin he aceptado lo que soy, tú eres un hada, un hada buena, yo en cambio, pertenezco a la oscuridad. Si quieres ven únete a mi y así podremos estar juntas, como hermanas.

- —¡No!, Tu no perteneces a la oscuridad, ¡reacciona Amaru, por favor!

—Tú eres quien debe reaccionar, soy una sinzienele, ¿es que acaso no lo ves? Te vas por el bosque con tu amigas, haciendo el bien. Yo en cambio permanezco sola en la oscuridad. Todo por no aceptar lo que soy. ¡Pero se acabó, me uniré a las de mi raza y me alejaré de ti!... a menos, que quieras acompañarme.

El peor miedo de Rosa se hacía real, su hermana Amaru, quien por haber nacido unos segundos más tarde fue tocada por la oscuridad, se estaba convenciendo de que su destino era unirse al mal. Rosa se sentía destruida, no podía creer que en verdad estuviera pasándole eso a su hermana y precisamente en ese momento cuando más la necesitaba.

—Amaru, tú prometiste apoyarme siempre que lo necesitara y sobretodo, me prometiste dar todo de ti para no acercarte a la oscuridad.

Rosa dijo esto mientras dejaba caer lágrimas por sus mejillas. Su hermana la miró con desprecio y le preguntó:

—¿Y acaso tú creíste todas esas palabras?

La rubia hada se quedó muda, dándose cuenta de que en verdad nunca había creído del todo lo que su hermana le había prometido; su único temor radicaba en que Amaru se convirtiera en una sinzienele cualquiera, sin una sola gota de bondad en el corazón y si temía eso quería decir que no lograba confiar en lo que ella le prometía. Rosa se acercó a Amaru, la abrazó con fuerza y le dijo:

—Tienes razón, nunca había creído del todo en esa promesa, pero sabes qué, ya no tengo miedo de que seas una sinzienele. ¡Sé que lo eres! Pero también sé que eres mi hermana; creciste conmigo y jamás has sido capaz de hacerme daño ni a mi ni a nadie, esa es razón suficiente para creer en todas tus promesas, es razón suficiente para saber que jamás te acercarías al mal, porque sé que prefieres mil veces vivir sola y alejada que en compañía de seres que lo único que disfrutan es ver sufrir a los demás. Pero te digo, que no permitiré que andes sola ni un día más, el secreto se acabó, somos hermanas y no importa lo que digan los demás, nadie podrá hacer que nos alejemos.

Después de que Rosa dijo estas palabras, una luz cegadora apareció en el lugar donde se encontraba Amaru, y al desaparecer el hada vio que a lo lejos, al final del túnel había un paisaje invernal, Amaru ya no estaba y Rosa comprendió que sólo había sido una prueba de las sombras del túnel para hacerla llegar a su destino.

Rosa corrió hasta el final lo más rápido que pudo, no quería ni imaginarse qué pasaría si ese portal se cerraba. Llegó a su destino, ahí la esperaba Massimo, ambos se aliviaron al ver que ya no estaban solos.

—La sinzienele, ¿dónde está? – Preguntó Massimo

—Pues, yo creí verla dentro, pero supongo que sólo fue una jugada del túnel.

—Si, tal vez. Bueno... de igual forma, debemos esperarla.

Rosa movió la cabeza de arriba hacia abajo afirmando lo que había dicho Massimo y se frotó los brazos con sus manos, tratando de calentarse un poco.

—Veo que tienes frío.

Massimo se quitó la sudadera que llevaba puesta y se la dio al hada para que se abrigara, ahora el que temblaba era él pues cubría su tronco con una delgada franela de algodón. Rosa lo miró agradecida.

—Ahora me parezco más a una humana, sin alas... ¡y con esto! – dijo tomando con expresión curiosa la sudadera.

—No sé si logres recuperar tus alas—dijo Massimo apenado—pero por lo momentos, lo mejor es que estés así, esto parece estar poblado de humanos, hace unos minutos vi pasar a unas personas a caballo y no llevaban ropas extrañas como las que usan en tu bosque.

Massimo hizo una pausa y expresó preocupación:

– Ahora, no sé que haremos con la sinzienele, ella no puede ocultar sus alas ni sus cuernos.

—Tranquilo, ya sabrá qué hacer, recuerda que aún posee un poco de magia.

—Espero que salga pronto de ese túnel.

- —Yo también.

 
 
 

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