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En Busca de Sirius: Las Puertas de DoorVille

Capítulo XII


Abracadabra


- —Daniel, ¡mantente atento!

Un joven alto, de cabello negro y cuyas pobladas cejas del mismo color enmarcaban unos brillantes y severos ojos azules, le hablaba a un chico rubio más joven que él, mientras se ocultaban tras unas piedras casi a la orilla de una imponente cascada, parecían estar vigilando a alguien o algo, ambos llevaban arco y flechas y el mayor los sostenía como si supiera que pronto alguien los atacaría.

—¡Oigan! —Rosa apareció de entre los arbustos, lucía cansada y preocupada.—las sinzieneles no nos seguirán buscando a esta hora, no son muy amigas del sol y su brillante claridad.

Daniel y Antonio, se pusieron de pie.

-Entonces debemos ir a buscar a Amato- dijo el más joven entusiasmado.

Antonio le puso las manos sobre los hombros y mirándolo fijamente le dijo con voz paciente:

—Él estará bien, no debes preocuparte, pronto nos rencontraremos.

—Ese rencuentro no parece estar muy cercano – su voz ya no expresaba entusiasmo, se dejó caer en la grama y Rosa se sentó a su lado, mirándolo con dulzura le pasó la mano por el cabello y le dijo:

—Tranquilo, sé que a pesar de que el sol nos alumbra cada mañana y en las noches la plateada luz de la luna nos brinda claridad, a veces parece que en realidad nada de eso ocurre; parece que todo siempre esta oscuro, pues hemos pasado por momentos tormentosos, pero estamos a punto de superarlo todo. El elegido está aquí con nosotros y por lo poco que pude conocer a Amato, sé que es otro valiente igual que tú y tu amigo. Juntos venceremos los obstáculos, un poco de paciencia y mucho coraje, eso es lo que necesitamos.

Daniel esbozó una pequeña y tímida sonrisa, Antonio al ver que ellos dos no pretendían ponerse de pie, decidió sentarse junto a ellos, todos sabían que lo que les esperaba no sería nada fácil.

Se recostaron en la grama, dispuestos a tomar una corta siesta, cuando escucharon un ruido, parecía que algún animal se acercaba a ellos y se reincorporaron para observar mejor. Vieron la figura a lo lejos, era una esfinge, una criatura con torso de mujer y cuerpo de león, se acercaba lentamente a ellos, Rosa se puso nerviosa.

—Vámonos de aquí, si se acerca a nosotros será muy difícil que nos deje ir.

Se fueron en dirección contraria a la esfinge y se alejaron lo más que pudieron, Rosa se sentía decaída, parecía que no podía mantener el paso, los dos jóvenes la ayudaron hasta que llegaron a un lugar donde creyeron que estarían seguros: una cueva. Al entrar la penumbra los abrumó y entrecerraron sus ojos hasta acostumbrarse a la oscuridad del lugar; con suavidad posaron al hada en el suelo y se sentaron a su lado. De nuevo la tensión los invadía y Antonio se aferró a su arma; entonces volvió a escuchar ruido, esta vez, parecían ser personas las que se acercaban. El joven guerrero se puso de pie y lentamente se aproximó a la entrada de la cueva, tratado de que nadie que estuviese afuera lo advirtiera.

Los pasos cada vez eran más cercanos y ahora también podía escuchar voces; Daniel se acercó a su primo y para el asombro de Antonio el chico salió rápidamente de la cueva, sin ningún tipo de precaución.

-¡Pero, ¿qué estás haciendo?

—¡Es Amato, es su voz, mi hermano está cerca!

Antonio también pudo reconocer la voz del joven, su severa expresión se desvaneció y se convirtió en una gran sonrisa. Llevaban al menos dos años creyendo que habían sido los únicos sobrevivientes de la terrible guerra que se desató en su mundo. Antonio pensaba que si habían logrado encontrar a Amato, seguro muchos más deberían estar en algún lugar, tal vez dispersos en diferentes mundos, pero algún día se encontrarían.

—¡Amato, hermano, estás bien!

Amato logró ver a su hermano y a su primo. La emoción le hizo dar un vuelco a su corazón, corrió hasta ellos para abrazarlos fuertemente. Cuando el hada le había hablado de otros dos guerreros, nunca pensó que serían ellos dos; ya se había hecho la idea de que sus seres queridos habían desaparecido, pero ahora todo parecía estar mucho mejor que antes, sabía que faltaban muchos obstáculos más para devolver toda la armonía, pero en ese instante, en ese preciso instante, todo parecía estar perfectamente.

Breena, se acercó a ellos y con tono de preocupación les preguntó:

—¿Dónde está mi amiga?

Los chicos se separaron y pronto Amato dejó de sentir ese bienestar. Los otros dos volvieron a mostrar caras largas, los dos últimos señalaron la cueva y cuando se disponían a caminar hacia allá, Rosa salió de la cueva, mostrándose aún decaída y sin fuerza, trató de caminar hacia ellos pero se desmayó. Breena, Massimo y los demás fueron a socorrerla.

Breena usó la poca magia que le quedaba para brindarle energía a su amiga, pero igual debían dejar que descansara un poco.

Decidieron volver entrar a la cueva, pues mantenerse afuera significaba mucho peligro. Todos descansaron durante un par de horas, pues ninguno de ellos había cerrado los ojos en mucho tiempo, así que pensaron que un pequeño descanso no les haría daño.

Era medio día cuando Rosa se despertó, se enjugó los ojos con sus manos y vio que todos dormían. Se levantó y después de asomarse por la entrada de la cueva creyó que era tiempo de reanudar su camino; ella era la única que sabía a quién se tendrían que enfrentar. Los fue despertando uno a uno y los esperó fuera de la cueva.

Massimo fue el primero en salir, sintió que la brillante luz del sol le encandilaba los ojos, usó su brazo como tapasol y caminó hasta el hada con paso ceremonial, se sentía mal por ella por lo que había pasado con sus alas, supo que si ya no las tenía había sido por aquel polvillo negro, habían logrado arrebatarle su parte más mágica; por eso estaba tan débil y había caído desmayada un par de horas antes.

Él quería preguntarle por qué había llegado antes a su mundo y también deseaba saber qué había pasado con el demonio nocturno, ya que, después de todo, él no había tenido la

fuerza para matarlo. Pero luego pensó que lo mejor sería preguntarle en otro momento o ir obteniendo respuestas con el tiempo, sabía que las dudas siempre se aclaraban, tarde o temprano sabría que había pasado.

Rosa sabía que Massimo estaba tras ella, pero no quiso voltear; no tenía ganas de dar ninguna explicación acerca de nada, sólo se quedó ahí esperando a que todos salieran de la cueva mientras miraba el boscoso paisaje, respirando suave y lentamente como en meditación o para llenarse de las cosas buenas que había a su alrededor. Necesitaba ver el lado bueno de todo para no perder la esperanza.

Pronto todos estaban fuera de la cueva observando al hada ahora sin alas, ésta se volteó hacia ellos y les dijo con voz firme:

—Debemos avanzar, pronto, hay algo importante que tenemos que hacer.

Breena al escuchar esto agregó:

—Sí, tenemos que buscar a las sinzieneles, son ellas las que tienen ese polvillo negro.

—No, no buscaremos a las sinzieneles y no son ellas las que tienen el polvillo. Debemos…

—Pero —la interrumpió Breena –esa Amar…—Rosa la miró con desaprobación al ver que casi decía el nombre de Amaru– bueno, esa sinzienele dijo que ellas tenían el polvillo.

Massimo se extrañó al escuchar esto y repuso:

- —Recuerdo que ella dijo que el polvillo lo tenía una bruja.

—Y es así— dijo Rosa mirando con enfado a Breena —Sé que tu relación con esa sinzienele no es la mejor, pero no por eso debes llegar al extremo de mentir.

Breena se sintió avergonzada, Rosa se acercó a ella y cambiando su expresión a una más dulce, le dijo con suavidad:

—Entiendo que hemos tenido muchos problemas y no estamos actuando de la manera en la que acostumbramos, pero debemos mantenernos serenos, no podemos desconfiar de quien nos ha ayudado y aunque no lo quieras aceptar ella nos apoyó en un momento muy difícil. Tranquila, pronto esta pesadilla en la que estamos se va a terminar.

Luego dirigiéndose a todos agregó en voz alta:

—Debemos buscar a la bruja, las sinzieneles sólo la apoyan en la noche, durante el día ellas ni se atreven a salir de su guarida.

Breena se sintió confundida al escuchar esto, pues habían visto a Amaru en la mañana. Rosa continuó:

—La bruja no es muy fuerte en el día, estas criaturas se vuelven más fuertes en la noche, pero...la bruja tiene este polvillo, aún no entiendo cómo es que funciona. De todas maneras se lo debemos quitar o ella lo hará con la magia de los demás habitantes del bosque.

Entonces Massimo dijo:

—Aquella sinzienele nos explicó cómo funcionaba el polvillo, así que creo que la bruja si puede ser realmente peligrosa.

Rosa lo miró intrigada y le indicó con la mirada que quería saber más, Massimo le dio la explicación que les había dado la sinzienele y después de escucharla toda se mostró aún más preocupada.

—Eso quiere decir que tiene magia y seguramente más de la que nos podamos imaginar, con razón las sinzieneles están de su lado, saben que sólo así estarán seguras.

Ya Rosa comenzaba a dudar de que enfrentarse a esa bruja fuera lo mejor; si ella poseía esa magia, sería sumamente riesgoso. La tensión podía sentirse entre todos en aquel lugar, hasta que Massimo propuso un plan.

—No sé si sea la mejor idea, pero la sinzienele que nos ayudó tiene un poco de ese polvillo —Rosa lo miró interesada en lo que decía –tal vez, si ella viniera con nosotros, pueda entrar con esa bruja. Dices que las sinzieneles la apoyan, tal vez logre engañarla como si ella también estuviera de su lado. Tal vez si le esparce todo el polvillo que le queda, logre quitarle la magia que tiene. En ese momento entraríamos todos y tendríamos ventaja sobre ella, buscaríamos el resto del polvillo y listo.

Todos quedaron sorprendidos con el plan de Massimo, él al mirar la cara de los demás agregó rápidamente:

—No estoy diciendo que sea la mejor opción, sólo doy mi idea a ver qué les parece, sé que es descabellada, pues después de todo ella también es una sinzienele y quizás no nos ayude sino que empeore las cosas; también sé que dices que las sinzieneles no salen de día pero ésta parece ser diferente pues la vimos esta mañana caminando por el bosque, pero, bueno, no sé, sólo decía…

—¡Massimo!- dijo Rosa con entusiasmo—es una genial idea y ... no te preocupes... a pesar de que ella es una sinzienele... ¡sí!, podemos confiar en ella, pues, como tú dices, ella es diferente.

Breena mantenía su desconcierto y los demás parecían estar más tranquilos al saber que tenían un plan. Todos comenzaron a andar, decididos a conseguir a Amaru. Rosa sabía donde encontrarla, lo único que quería era no toparse con aquel que los conduciría a su próximo destino, quería deshacerse primero de aquella bruja para luego concentrarse en lo siguiente.

Después de un rato caminando escucharon unas voces, todos se quedaron muy quietos y corrieron a esconderse. Las personas que se acercaban parecían estar discutiendo y por sus voces debían ser mujeres.

—Sé que fuiste tú

—Sí, sí, está bien, si tanto insistes… dejémoslo así, fui yo quien atrapó a Rosa, pero dime, ¿por qué ya no está conmigo si fue así?

Rosa y los demás se emocionaron, sabían que las que se acercaban eran precisamente a quienes buscaban. Todos salieron de su escondite y vieron que Ella y Abatwa sostenían a Amaru por ambos brazos para que no se les escapara.

—Yo que confié en ti…-dijo Abatwa.

Rosa se detuvo frente a ellas y estas al verla se quedaron boquiabiertas, soltaron a Amaru y corrieron a abrazar a Rosa.

—Estás bien, que alegría!- dijo Ella emocionada.

Rosa, quien a pesar de estar feliz de verlas también estaba disgustada por la manera en la que habían decidido tratar a Amaru dijo con enojo:

—Les recomiendo que primero busquen todas la pruebas, antes de querer juzgar a alguien inocente.

—Pero…entonces…ella – Abatwa estaba avergonzada.

—No, ella no me hizo nada. Pero saben, no importa, que bueno que la trajeron, pues ella debe ayudarnos.

Amaru por fin habló:

—Debo decirte, que estás equivocada, yo no debo ayudarlas en nada. Soy una sinzienele, no una dama de la caridad; además, a estás horas del día yo debería estar en paz, no rodeada de hadas malagradecidas y lloronas.

Rosa la tomó con suavidad por el brazo y se la llevó aparte. Todos se quedaron observándolas, pero estaban hablando tan suave, que no lograban escuchar nada de lo que decían. Ella y Abatwa, se acercaron a Breena y le preguntaron por las alas de Rosa.

—Parece que una bruja se las quitó, con ayuda del polvillo negro. —les respondió en susurros —De hecho, según Rosa, la bruja fue la que nos quitó la magia de las alas, pero a ella le fue peor, ya que ni siquiera las tiene.

Amaru y Rosa se acercaron al grupo de las tres hadas, los chicos también se unieron.

—¡Listo! –dijo Rosa comportándose de nuevo como la líder— vamos a casa de la bruja, está muy cerca de la cascada de las respuestas, pero debo pedirles que sean muy cuidadosos. Por ahí está la esfinge y si nos ve, nos retrasará.

Todos siguieron a Rosa quien los guiaba hacia su nuevo reto. Massimo había leído acerca de las esfinges, sabía que les gustaba hablar formulando acertijos, o bueno, eso era lo que él había leído sobre ellas, no sabía si en verdad eran así. En ese momento se acordó de Hanna, pensó en cómo se pondría ella cuando supiera que todas sus lecturas

fantásticas eran más que mitos. Se estaba desconcentrando, sacudió la cabeza como para olvidar lo que no era importante en ese momento y siguió. Se acercó a Amato, pero este estaba muy pendiente de su hermano, quien le contaba algunas de las experiencias que vivió con su primo cuando estaban solos yendo de mundo en mundo tratando de conseguir a alguno de los suyos. El otro, llamado Antonio, estaba atento a cualquier ruido o movimiento extraño, parecía que nada lo podía alejar de su rol de guardián. Todas las hadas estaban detrás de Rosa hablando de lo extraño que era hacer equipo con una sinzienele, mientras el hada líder dirigía el paso y la sinzienele… ¿dónde estaba la sinzienele? Miró hacia todas las direcciones y no la conseguía, apuró el paso para quedar cerca de Rosa y cuando estuvo a su lado le dijo en voz baja:

—No veo a la sinzienele.

Rosa se detuvo angustiada.

—Qué dices?, ella estaba aquí… ¿Por favor, dónde te metiste? ¡No me falles ahora!

—¿Pasa algo? – preguntó Antonio preocupado.

—Nada, que nuestra amiga decidió desaparecer justo cuando estamos muy cerca de la casa de la bruja. – respondió Rosa, ya obstinada de tantos problemas.

—Pero yo estuve atento en todo momento, no pude ver que ella corriera en dirección contraria.

—Pues seguro no corrió, sino que voló y al hacerlo, se encoje de tamaño, por eso no la viste.

—Ya, tranquila. Aquí estoy.

La sinzienele caminaba pausadamente en dirección a Rosa sosteniendo un pequeño caldero.

—¡Tú! ¿en dónde estabas? ¡No puedes desaparecer así por que sí, somos equipo!

—Relájate, ya el problema no es problema, tengo el polvillo de la bruja, que realmente no era mucho, ahora yo puedo seguir mi camino y ustedes el suyo.

Todos miraron con desconcierto a la sinzienele.

—¿Qué hiciste, cómo lo obtuviste tan fácil? – Rosa no sabía si debía estar agradecida, asustada o molesta.

—Al ver que pronto estaríamos cerca de la casa de la bruja, quise ahorrarles tiempo, me encogí y volé hasta allá, miré por la ventana y la bruja no estaba, así que entré, ahí estaba este pequeño caldero lo revisé y … tataaan… - la sinzienele destapó el caldero y les mostró lo que había dentro… listo, ya volví a cumplir, ahora…

—¡Devuélvanme mi caldero!...

Una horrible bruja apareció frente a ellos, su piel era de un tono verdoso cubierta de enormes verrugas, sus dientes podridos le daban paso a una lengua negra como de serpiente que constantemente se pasaba por los labios que más bien parecían una simple abertura en su rostro, su cabello largo hasta la cintura le chorreaba como grasa negra por la cara. Antonio tomó su arco y disparó una flecha que le dio justo en el pecho y la horrible mujer agarró la flecha con la mano derecha para lanzarla nuevamente en dirección a Antonio; éste la atrapó sin mucho esfuerzo, pero la bruja no le prestó atención y fue directo hasta Amaru.

—Así que eres tú la sinzienele rebelde de la que todas me han hablado. Dime, ¿cómo te atreves a darme la espalda?, te advierto, no te conviene hacer algo como eso, yo soy la que tiene más poder en este bosque y tú decides simplemente burlarte.

Amaru se sentía mal, lo que tanto había temido estaba pasando, era como si esa bruja en verdad tuviera poder sobre ella, sentía que debía obedecerla, el polvillo lo tenía en su poder, pero no se sentía capaz de arrojárselo encima.

Amato le lanzó el pequeño bolso blanco a Massimo, éste actuó rápidamente y sacó todo. Tenía en su poder todas las armas que Zeus le había mandado, decidió usar el arco y la flecha; sin pensarlo se enfocó en el caldero, lanzó la flecha y al chocar contra el caldero de hierro, éste se rompió como si fuera de cristal, esparciendo por el suelo todo el polvillo que llevaba dentro. La bruja le clavó la mirada a Massimo.

—¿Cómo te atreves? – Chilló con ira-- sacó de su vestido una varita y la apuntó hacia Massimo, quien frenó el hechizo con el filo de su espada

La bruja al ver esto enloqueció y comenzó a lanzar hechizos uno tras otro. Amaru no podía ni moverse, las hadas se alejaron lo más que pudieron, uno de los hechizos le pegó a Breena, quien cayó al suelo, mientras Amato enfrentaba a la bruja con su espada. Este intento no sirvió de nada, pues lo lanzó con un solo movimiento de su brazo. Antonio intentó con otra flecha, clavándosela en el brazo, pero ella se la sacó y la rompió. Al entender que sus flechas no le hacían ningún daño, decidió enfocarse en proteger a su primo Daniel, pero este último estaba detrás de la bruja, le había quitado la espada a su hermano cuando éste cayó al suelo y se la torció en la espalda a la horrible mujer, quien se enfureció pegando un grito ensordecedor. Massimo vio que la bruja estaba dispuesta a acabar con Daniel, así que empuñando con fuerza su espada corrió hasta la bruja y al tenerla en frente tomó con las dos manos el arma y cuando estaba dispuesto a herirla de muerte, se detuvo y bajó la espada.

Todos se quedaron sin entender por qué Massimo no había acabado de una vez por todas con la bruja, quien con satisfacción soltó una carcajada y apuntando al chico con su varita dijo:

—Si crees que por haber sido misericordioso conmigo al perdonarme la vida, yo te dejaré vivir también… ¡¡¡Te equivocas!!!

Y lanzó un nuevo hechizo, uno que Massimo desvió con su espada, provocando que rebotara en la bruja. La mujer cambió la expresión de triunfo que había tenido antes por una de inmenso dolor, su cuerpo se estaba transformando en piedra comenzando desde los pies hacia arriba y cuando toda ella era de roca, explotó.

Un extraño frío los invadió a todos, pero sobretodo a Massimo, no era capaz de creer lo que le hubiera pasado si no hubiera actuado rápidamente y a la vez se sentía culpable, él no quería matar a nadie.


 
 
 

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